Pocos días después de aquella visita, Austin volvió a Longbourn, solo. Su amiga se había ido a Londres por la mañana, pero iba a regresar dentro de diez días. Pasó con ellas una hora, y estuvo de excelente humor. La señora Chankimha la invitó a comer, Austin dijo que lo sentía, pero que estaba convidada en otro sitio.
—La próxima vez que venga —repuso la señora Chankimha — espero que tengamos más suerte.
—Tendré mucho gusto —respondió Austin. Y añadió que, si se lo permitían, aprovecharía cualquier oportunidad para visitarles.
—¿Puede usted venir mañana? Austin dijo que sí, pues no tenía ningún compromiso para el día siguiente. Llegó tan temprano que ninguna de las señoras estaba vestida, La señora Chankimha corrió al cuarto de sus hijas, en bata y a medio peinar, exclamando:
—¡Engfa querida, date prisa y ve abajo! ¡Ha venido la señora Austin! Es ella, sin duda. ¡Ven, Sara! Anda en seguida a ayudar a vestirse a la señorita Engfa. No te preocupes del peinado de la señorita Freen.
—Bajaremos en cuanto podamos —dijo Engfa—, pero me parece que Song está más adelantada que nosotras, porque subió hace media hora.
—¡Mira con lo que sales! ¿Qué tiene que ver en esto Song? Tú eres la que debe bajar en seguida. ¿Dónde está tu corsé? Pero cuando su madre había salido, Engfa no quiso bajar sin alguna de sus hermanas.
Por la tarde, la madre volvió a intentar que Austin se quedara a solas con Engfa. Después del té, el señor Chankimha se retiró a su biblioteca como de costumbre, y Irin subió a tocar el piano. Habiendo desaparecido dos de los cinco obstáculos, la señora Chankimha se puso a mirar y a hacer señas y guiños a Freen y a Song sin que ellas lo notaran. Song lo advirtió antes que Freen y preguntó con toda inocencia:
—¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué me haces señas? ¿Qué quieres que haga?
—Nada, niña, nada. No te hacía ninguna seña. Siguió sentada cinco minutos más, pero era incapaz de desperdiciar una ocasión tan preciosa. Se levantó de pronto y le dijo a Song:
—Ven, cariño. Tengo que hablar contigo. Y se la llevó de la habitación. Engfa miró al instante a Freen denotando su pesar por aquella salida tan premeditada y pidiéndole que no se fuera. Pero a los pocos minutos la señora Chankimha abrió la puerta y le dijo a Freen:
—Ven, querida. Tengo que hablarte. Freen no tuvo más remedio que salir.
—Dejémoslas solas, ¿entiendes? —le dijo su madre en el vestíbulo—.
Song y yo nos vamos arriba a mi cuarto. Freen no se atrevió a discutir con su madre; pero se quedó en el vestíbulo hasta que la vio desaparecer con Song, y entonces volvió al salón. Los planes de la señora Chankimha no se realizaron aquel día. Austin era un modelo de gentileza, pero no la novia declarada de su hija. Su soltura y su alegría contribuyeron en gran parte a la animación de la reunión de la noche; aguantó toda la indiscreción y las impertinencias de la madre y escuchó todas sus necias advertencias con una paciencia y una serenidad que dejaron muy complacida a Engfa. Apenas necesitó que la invitaran para quedarse a cenar y, antes de que se fuera, la señora Chankimha le hizo una nueva invitación para que viniese a la mañana siguiente a cazar con su marido. Después de este día, Engfa ya no dijo que Austin le fuese indiferente. Las dos hermanas no hablaron una palabra acerca de ella, pero Freen se acostó con la feliz convicción de que todo se arreglaría pronto, si Armstrong no volvía antes del tiempo indicado. Sin embargo, estaba seriamente convencida de que todo esto habría tenido igualmente lugar sin la ausencia de dicha dama.
Austin acudió puntualmente a la cita, y ella y el señor Chankimha pasaron juntos la mañana del modo convenido. El señor Chankimha estuvo mucho más agradable de lo que su compañera esperaba. No había nada en Austin de presunción o de tontería que el otro pudiese ridiculizar o disgustarle interiormente, por lo que estuvo con ella más comunicativo y menos hosco de lo que solía. Naturalmente, Austin regresó con el señor Chankimha a la casa para comer, y por la tarde la señora Chankimha volvió a maquinar para dejarla sola con su hija.
ESTÁS LEYENDO
Orgullo y prejuicio Freenbecky + Englot
RomanceEsta historia es de la autora Jane Austin adaptada a FreenBecky y Englot.