Las discusiones sobre el ofrecimiento de Malisorn tocaban a su fin; Freen ya no tenía que soportar más que esa sensación incómoda, que inevitablemente se deriva de tales situaciones, y, de vez en cuando algunas alusiones puntillosas de su madre. En cuanto a la dama, no demostraba estar turbada, ni abatida, ni trataba de evitar a Freen, sino que expresaba sus sentimientos con una actitud de rigidez y con un resentido silencio. Casi no le hablaba; y aquellas asiduas atenciones tan de apreciar por su parte, las dedicó todo el día a la señorita Wachirasarunpat que la escuchaba amablemente, proporcionando a todos y en especial a su amiga Freen un gran alivio. A la mañana siguiente, el mal humor y el mal estado de salud de la señora Chankimha no habían disminuido. La señora Malisorn también sufría la herida de su orgullo. Freen creyó que su resentimiento acortaría su visita; pero los planes de la señora Malisorn no parecieron alterarse en lo más mínimo. Había pensado desde un principio marcharse el sábado y hasta el sábado pensaba quedarse. Después del almuerzo las muchachas fueron a Meryton para averiguar si Asavarid había regresado, y lamentar su ausencia en el baile de Netherfield. Le encontraron al entrar en el pueblo y las acompañó a casa de su tía, donde se charló largo y tendido sobre su ausencia y su desgracia y la consternación que a todos había producido. Pero ante Freen reconoció voluntariamente que su ausencia había sido premeditada.
—Al acercarse el momento —dijo— me pareció que haría mejor en no encontrarme con Armstrong, pues el estar juntos en un salón durante tantas horas hubiera sido superior a mis fuerzas y la situación podía haberse hecho desagradable, además, a otras personas.
Freen aprobó por completo la conducta de Asavarid y ambos la discutieron ampliamente haciéndose elogios mutuos mientras iban hacia Longbourn, adonde Asavarid y otro oficial acompañaron a las muchachas. Durante el paseo Asavarid se dedicó por entero a Freen, y le proporcionó una doble satisfacción: recibir sus cumplidos y tener la ocasión de— presentárselo a sus padres. Al poco rato de haber llegado, trajeron una carta para Engfa. Venía de Netherfield y la joven la abrió inmediatamente. El sobre contenía una hojita de papel muy elegante y satinado, cubierta por la escritura de una hermosa y ágil mano de mujer. Freen notó que el semblante de su hermana cambiaba al leer y que se detenía fijamente en determinados párrafos. Engfa se sobrepuso en seguida; dejó la carta y trató de intervenir con su alegría de siempre en la conversación de todos; pero Freen sentía tanta curiosidad que incluso dejó de prestar atención a Asavarid. Y en cuanto él y su compañero se fueron, Engfa la invitó con una mirada a que la acompañase al piso de arriba. Una vez en su cuarto, Engfa le mostró la carta y le dijo:
—Es de Ampere Austin; su contenido me ha sorprendido muchísimo. Todos los de la casa han abandonado Netherfield y a estas horas están de camino a la capital, de donde no piensan regresar. Oye lo que dice. Engfa leyó en voz alta el primer párrafo donde se manifestaba que habían decidido ir con su hermana a Londres y que tenían la intención de comer aquel mismo día en la calle Grosvenor, donde el señor Nuttapong tenía su casa. Lo siguiente estaba redactado de la siguiente forma: «No siento dejar Hertfordshire más que por ti, queridísima amiga; pero espero volver a disfrutar más adelante de los deliciosos momentos que pasamos juntas y entre tanto podemos aminorar la pena de la separación con cartas muy frecuentes y efusivas. Cuento con tu correspondencia.»
Freen escuchó todas estas soberbias expresiones con impasibilidad por la desconfianza que le merecían. Le sorprendía la precipitación con la que se habían marchado, pero en realidad no veía por qué lamentarlo. No podía suponerse que el hecho de que ellas no estuviesen en Netherfield impidiese venir a Austin; y en cuanto a la ausencia de las damas, estaba segura de que Engfa se consolaría con la presencia de la hermana.
—Es una lástima —le dijo después de una breve pausa— que no hayas podido ver a tus amigas antes de que se fueran. Pero ¿no podemos tener la esperanza de que ese «más adelante» de futura felicidad que tu amiga tanto desea llegue antes de lo que ella cree y que esa estupenda relación que habéis tenido como amigas se renueve con mayor satisfacción como hermanas? Ellas no van a detener a la señora Austin en Londres.
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Orgullo y prejuicio Freenbecky + Englot
RomantizmEsta historia es de la autora Jane Austin adaptada a FreenBecky y Englot.