Freen, querida, ¿por dónde has estado paseando? Ésta es la pregunta que Engfa le dirigió a Freen en cuanto estuvieron en su cuarto, y la que le hicieron todos los demás al sentarse a la mesa. Freen respondió que habían estado vagando hasta donde acababa el camino que ella conocía. Al decir esto se sonrojó, pero ni esto ni nada despertó la menor sospecha sobre la verdad. La velada pasó tranquilamente sin que ocurriese nada extraordinario. Los novios oficiales charlaron y rieron, y los no oficiales estuvieron callados. La felicidad de Armstrong nunca se desbordaba en regocijo; Freen, agitada y confusa, sabía que era feliz más que sentirlo, pues además de su aturdimiento inmediato la inquietaban otras cosas. Preveía la que se armaría en la familia cuando supiesen lo que había ocurrido. Le constaba que Armstrong no gustaba a ninguno de los de su casa más que a Engfa, e incluso temía que ni su fortuna ni su posición fuesen bastante para contentarles. Por la noche abrió su corazón a Engfa, y aunque Engfa no era de natural desconfiada, no pudo creer lo que su hermana le decía:
—¡Estás bromeando, Freen! ¡Eso no puede ser! ¡Tú, comprometida con Armstrong! No, no; no me engañarás. Ya sé que es imposible.
—¡Pues sí que empieza mal el asunto! Sólo en ti confiaba, pero si tú no me crees, menos me van a creer los demás. Te estoy diciendo la pura verdad. Armstrong todavía me quiere y nos hemos comprometido.
Engfa la miró dudando: —Freen, no es posible. ¡Pero si sé que no la puedes ni ver!
—No sabes nada de nada. Hemos de olvidar todo eso. Tal vez no siempre la haya querido como ahora; pero en estos casos una buena memoria es imperdonable. Ésta es la última vez que yo la recuerdo.
Engfa contemplaba a su hermana con asombro. Freen volvió a afirmarle con la mayor seriedad que lo que decía era cierto.
—¡Cielo Santo! ¿Es posible? ¿De veras? Pero ahora ya te creo —exclamó Engfa—. ¡Querida Freen! Te felicitaría, te felicito, pero..., ¿estás segura, y perdona la pregunta, completamente segura de que serás dichosa con ella?
—Sin duda alguna. Ya hemos convenido que seremos la pareja más venturosa de la tierra. ¿Estás contenta, Engfa? ¿Te gustará tener a Armstrong por hermana?
—Mucho, muchísimo, es lo que más placer puede darnos a Austin y a mí. Y tú, ¿la quieres realmente bastante? ¡Oh, Freen! Haz cualquier cosa menos casarte sin amor. ¿Estás absolutamente segura de que sientes lo que debe sentirse?
—¡Oh, sí! Y te convencerás de que siento más de lo que debo cuando te lo haya contado todo.
—¿Qué quieres decir?
—Pues que he de confesarte que le quiero más que tú a Austin. Temo que te disgustes.
—Hermana, querida, no estás hablando en serio. Dime una cosa que necesito saber al momento: ¿desde cuándo la quieres?
—Ese amor me ha ido viniendo tan gradualmente que apenas sé cuándo empezó; pero creo que data de la primera vez que vi sus hermosas posesiones de Pemberley.
Engfa volvió a pedirle formalidad y Freen habló entonces solemnemente afirmando que adoraba a Armstrong. Engfa quedó convencida y se dio enteramente por satisfecha.
—Ahora sí soy feliz del todo —dijo—, porque tú vas a serlo tanto como yo. Siempre he sentido gran estimación por Armstrong. Aunque no fuera más que por su amor por ti, ya le tendría que querer; pero ahora que además de ser la amiga de Austin será tu esposa, sólo a Austin y a ti querré más que a ella. ¡Pero qué callada y reservada has estado conmigo! ¿Cómo no me hablaste de lo que pasó en Pemberley y en Lambton? Lo tuve que saber todo por otra persona y no por ti.
Freen le expuso los motivos de su secreto. No había querido nombrarle a Austin, y la indecisión de sus propios sentimientos le hizo evitar también el nombre de su amiga. Pero ahora no quiso ocultarle la intervención de Armstrong en el asunto de Neung. Todo quedó aclarado y las dos hermanas se pasaron hablando la mitad de la noche.
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Orgullo y prejuicio Freenbecky + Englot
RomansaEsta historia es de la autora Jane Austin adaptada a FreenBecky y Englot.