12. Niall

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—No puedo pasar por lo mismo otra vez —dice—. Me siento mal...

Tuve que moverme veloz para que no cayera al suelo. La cargo mientras me dirigido a la salida del club. Los críos la verán cuando esté bien, aunque, sinceramente mejor que no la vean.

Pido la llave de carro a quién lo cuida y la coloco en el asiento de copiloto. Me apresuro en conducir hasta la colina. Es un lugar apartado de la ciudad en el que tuve a Emmaline una vez.

La cargo nuevamente y me vuelvo mago abriendo la puerta con ella encima. Cierro la puerta tras mi paso y la acomodo en el sofá.

El teléfono suena en mi bolsillo. Lo tomo sabiendo quién me llama.

—Dime —contesto. El cabreo en la voz se me nota a leguas, no puedo evitarlo.

—¿Dónde estás? ¿Por qué no avisaste que te ibas? ¿Estás con esa chica?. Los chicos está preocupado porque no la encuentran.

Olive piensa que no estoy al tanto de sus emociones. Le advertí desde el principio lo que le daría y lo que no. Sigue intentando complacerme esperando que algún día le otorgue más.

No tengo dudas de qué los críos están al punto de la locura, pues, también conozco su predilección por la lobita, sin embargo, mientras yo viva la vida no seguirá siendo rosas para ellos y Emmaline.

No sé si el destino me juega en contra o si el obstáculo anterior sirvió para llegar a ella. No sé qué mierda sucedió con Emmaline. No sé si caí en su juego, porque es cierto que yo juego el mío, pero ella me hizo caer en el de ella.

—No tengo que darte explicaciones de nada Olive. Y sí, estoy con ella, que tengan paciencia. Mañana la llevo de regreso.

Cuelgo sin esperar respuesta.

Le quito el maldito pullover que tiene puesto. Ella no es de la Élite J, no es de esos críos.

Alcanzo una cerveza y muevo una silla de la mesa hasta el frente del sofá.

Pasan las horas y no se despierta. Me estoy empezando a preocupar. No pudo ser una crisis de momento por el miedo que sentía.

Joder.

La podían haber drogado.

Coloco otra botella de cerveza más junto a las dos que ya ocupaban espacio en el piso. Enciendo un cigarrillo, el quinto.

Mi teléfono suena ante la llamada entrante. Es el tercer número diferente que me llama en la noche.
Porsupuesto, los críos.

El salto en el sofá me hace levantar la mirada de la pantalla. Emmaline ha despertado. Me mira con miedo mientras se mueve hacia la otra esquina del sofá alejándose de mí.
Observa como está en sujetador y el miedo aumenta.

—¿Qué mierda me hiciste? —pregunta cubriéndose con sus manos. La acción fracasa puesto que corre hasta la puerta principal, abriéndola rápidamente. La sigo pensando que correrá, pero no, apoya la palma de sus manos en sus rodillas y vomita. Recojo su pelo con mis manos hasta que termina.

Se mueve hasta la llave de la cocina para enjuagarse la boca. Me siento nuevamente en la silla esperando por ella.

—Me siento fatal aún, ¿qué diablos me hiciste? —expresa sentándose en el sofá intentando otra vez cubrir con sus manos sus medianos pechos.

—¿Quién era el hombre que te hizo temblar de miedo ayer? —pregunto.

—Alguien que a lo mejor es menos peligroso que tú —contesta mirando sus tetas.

—De eso que no te quepa dudas —declaro—. Dime quién es.

—Qué demonios te importa. Mejor dime lo que me hiciste, me siento fatal.

Caer en su juego [Serie Juegos. Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora