2. Emmaline.

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Coloco en el mural que tengo frente a mi pequeña cama una nueva foto, la del jodido policía. He agregado al maldito entre los sospechosos. Cuando se trata de esto no confío en nadie.

Me doy una ducha antes de bajar a desayunar y ayudar a mis padres en el negocio. Me visto con un short de mesclilla, un pulover blanco y unos tenis. Recojo mi pelo en una coleta.

—Buenos días papá.—Beso su frente para luego ocupar asiento en la mesa.

—Buenos días princesa. Si estás indispuesta podrías tomarte el día de hoy, mamá y yo nos encargamos.

Mi madre acerca nuestro desayuno y se sienta en la mesa. La conozco y está enojada por no hacerle caso ayer.

—Mamá piensas declararme la guerra todo el día por no hacerte caso ayer —declaro—. Sé que te preocupas, aún más de lo que antes lo hacía por lo que le sucedió a J, pero mamá no puedo vivir encerrada en cuatro paredes.

—Emmaline sé que no puedo encerrarte dentro de cuatro paredes pero no puedo evitar preocuparme, soy tu madre.

—Mamá te entiendo, pero por favor confía en mí. Estoy bien. Te daré cuenta de a cada lugar que vaya, lo prometo.—Termino mi frase con una discreta sonrisa.

Terminamos de desayunar y recojo la mesa en lo que mis padres se dirigen a nuestro negocio. Las delicias de panecillos que producimos ahí deberían ser más reconocidos.

Finalmente bajo a trabajar. Me toca despachar en lo que mis padres elaboran los primeros panes del día. Teníamos clientes habituales, que llegaban a primera hora.

—Buenos días linda —saluda Thomás. Es un vecino guapo, con un ego hasta las nubes. Es muy poseso con su físico. Se dice con total seguridad que utiliza su físico para casar a mujeres millonarias.

—Buenos días Thomás —respondo sin darle importancia y acomodando los panes en la vitrina—. ¿Qué deseas hoy?

—Dos panes para llevar —comenta.

Tomo dos panes y los coloco en una bolsa. Le doy la cantidad a pagar y recojo el dinero. Este se queda por segundos observándome hasta que finalmente se marcha.

Se cree que todas caemos a sus encantos, pero en ese todas no me incluyo yo.

Después de Thomás continúan llegando los clientes habituales. Estoy tan concentrada entregándole su pedido a Amelia que no atendí la entrada de alguien más a la tienda.

—Emmaline —me llama alguien no creía escuchar tan pronto. Jacob.

Le entrego el pedido a Amelia cobrando el dinero y finalmente lo atiendo.

—Jacob, no esperaba verte en los suburbios —expreso irónica.

—Emmaline creí que íbamos a llevar la fiesta en paz —comenta este.

—No te estoy declarando la guerra. Simplemente manifiesto mi sorpresa de que el jefesito de la Élite J esté en la modesta tienda de mis padres.

—Jade caminaba por estos barrios, aún perteneciendo a la élite, ¿Por qué no podría yo?

—Porque tú eres un niño rico de papá, egocéntrico, especulador, autosuficiente, engreído, arrogante...y bueno el sinfín de sinónimos que tienen esas palabras.

—¿Crees que Jade era diferente a mí? —inquiere apoyando sus manos en el mostrador.

—Evidentemente —expreso en lo que él sonríe—. ¿Me estás insinuando que no conocía a mi mejor amiga?

—Lina a veces no terminamos de conocer a las personas —contesta.

—¿A qué has venido realmente Jacob?  —pregunto.

Caer en su juego [Serie Juegos. Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora