Te lo mostraré todo [1]

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~Narra Hakihiro~

La tormenta helada era abrumadora ese dia, los copos de nieve se cruzaban entere mi presa y yo, buscando distraerme de mi objetivo, mis patas se hundían bajo la nieve dificultando mi avance y la fria tundra presionaba mi pecho de tal forma que solo inhalar era doloroso, pero nada de eso me haria volver al campamento sin alimento.

Habia perdido de vista a la mitad de mis compañeros entre la tormenta de nieve, pero la incertidumbre de no saber cuando volveríamos a encontrar un bisonte solitario en medio del invierno y el hambre que envolvía mis entrañas eran motivos suficientes para no dejar que mi cuerpo se rindiera.

¡Intenta huir por la caida de hielo! Advierte Ulfar, un lobo joven de pelaje dorado y corto.

Analizando la zona en la que nos encontrabamos me doy cuenta de lo evidente, nos estaba guiando río abajo, en dirección a la cascada de hielo.

¡Ese infeliz! ¡Prefiere saltar hacia su muerte! Gruñí furioso y observo como mi presa alza la vista por encima de su hombro con la intención de provocarme. Casi pude escucharlo decir "Esta vez no, lobitos".

Admiré su decisión de sacrificarse saltando por la cascada, pero esa decisión iba a dejar sin comer a mi manada y eso no podía permitirlo. Apresuré el paso y dejé de seguir las huellas del bisonte, en cambio cayendo sin gracia alguna sobre el río congelado.

¡Ansari, ¿Que mierda haces?! Preguntó mi padre en medio de la persecución, alejandose de mí en el proceso.

¡Consiguiendo el desayuno! Respondí mientras intentaba acostumbrarme a la deslizante superficie, me costaba incluso mantenerme a cuatro patas, pero rápidamente me dí cuenta que mis garras eran la mejor herramienta.

Clavé mis uñas en el hielo, arriesgandome a qué se rompiera bajo mis patas y antes de que eso sucediera, saltaba lo más lejos posible hasta que por fin logré adaptarme a aquella nueva forma de correr.

Sin la problemática nieve en mi camino logré alcanzar al bisonte, corriendo a la par que mi presa. Mi corazón bombeaba sangre lo más rápido posible y mi respiración era cada vez más corta, podía sentir como mi cuerpo estaba llegando a su límite, no podía perder esa oportunidad.

Faltaban no menos de dos metros para que se terminará el camino y tuve que saltar sin pensar, me subí al lomo del animal y ambos caímos al suelo, rodando en una pelea de forcejeo.

¡No! ¡No puedo morir ahora, mis cachorros están por nacer! ¡Por favor, perdóneme la vida, noble can! Lloriqueaba el animal, intentó escapar pero sus patas estaban demasiado cansadas y congeladas como para seguir luchando.

Con cada esfuerzo que hacia por levantarse yo clavaba aún más mis colmillos en su lomo, penetrando su piel y bañando mi pelaje en la sangre del bisonte.

¡Lo tengo! Torkell se apresura a darme asistencia, saltando hacia el forcejeo y prensando su mandibula en la yugular, sellando el fin de su vida.

°EL ERROR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora