× Ingoto ×

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Advertencia de contenido relacionado a la perdida de un bebé, si eres sensible o susceptible a estos temas, te recomiendo no verlo.

~Narra Mimi~

Sábanas afelpadas y calientitas... La cómoda postura, mi respiración relajada, la forma en la que el colchón de mi cama parece abrazarme y... Sobretodo, la fragancia sutil pero presente de mi novio, todo eso me adormece y quiero quedarme dormido mil años, con suerte.

— ¡BuaaaAAAAAAAAA!

El grito ensordecedor de un bebé me crispa el cuerpo, despertándome de mi placido sueño. Confundido por el llanto que no planea detenerse, me quedo inmóvil, sin saber que hacer.

Mi pareja ronronea adormilado, suelta mi cintura y se da media vuelta para darme la espalda.

— Es tu turno. — dicta.

— ¿M~mi turno? ¿De que hablas?...

Es entonces que el llanto del bebé se hace más fuerte, un sentimiento de ansiedad se aloja en mi pecho y no tengo idea del porqué.

— Yo lo dormí la última vez, Jimin. Es tu turno de amamantar al bebé.

No me familiarizo todavía con lo que está sucediendo, pero mi cuerpo parece estar moviéndose de manera natural y cotidiana, como si estuviera acostumbrado a este ritual; me levanto de la cama en dirección a la cocina, desconecto el biberón del extractor de leche, le coloco el tapón, meto la botella al microondas para tibiar la leche y mis pies caminan por un pasillo que no reconozco.

Conforme me acerco a la puerta verde, los chillidos y el berreo se hacen más fuertes he insoportables.

No quiero abrir la puerta, pero de alguna manera mi mano se lanza a tomar el pomo, la cual suelto como si estuviera envuelta en llamas ante mi accion involuntaria. El escenario cambia en cuestión de segundos y, de repente, el pomo que solté hace un segundo se convierte en una diminuta mano infantil que se estira desesperadamente en mi dirección.

— ¡¡No!! — en cuanto me doy cuenta que solté su mano y dejé caer a este niño, mi primer instinto es intentar recuperarlo.

Pero sus mejillas pálidas, sus finos labios y ojos miel abrazados por una cabellera almendrada desaparecen en la oscuridad del agujero a mis pies. Me paralizo ante la idea de haber dejado caer a un niño.

Lo hiciste.

Lo soltaste.

Monstruo.

Lo dejaste caer.

No mereces vivir.

Salta.

Muérete.

Esas voces me ahogan, ni siquiera son voces que reconozco.

¡Salta!

¡Lo mataste!

¡No mereces ser padre!

— ¿Qu~que? — retrocedo un paso al escucharlos sugerir que salte al vacío frente a mis ojos.

¡Salta!

°EL ERROR°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora