[Cap. 02]

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Él me miraba fijo, yo estaba nervioso y aún estaba pegadito a la pared — ¿Sucede algo que vino a mi habitación? — Pregunté tratando de cambiar de tema, y el guardia dorado se acercó a mí y posó una de sus manos enguantadas sobre uno de mis marcados pechos, apretandolo un poco y sin desviar su mirada de mis pectorales — ... — Subió su mirada y me miró directo a los ojos para alejarse como si nada, a la vez que se daba la espalda para cruzarse de brazos.

—Te falta más entrenamiento, tu pecho no está del todo marcado al igual que tu abdomen, tampoco está "duro" por así decirlo— Sin darse vuelta a mirarme mientras hablaba, luego de unos minutos de tensión, el guardia dorado agregó.

—Vistete y acompáñame, no puedo permitir que parte de su cuerpo esté expuesta... Ya tendrá un castigo más tarde por entrar individuos que no sean parte del aquelarre y tratar de hacer cosas indebidas en un lugar tan importante como el castillo del emperador Belos —Yo solo obedecí y volví a ponerme la ropa que Jerbo me quitó. Suspiré y me posicioné junto a mi contrario, que comenzó a caminar sin esperarme hacia la sala de guardias. Cuando llegamos ahí no vimos a ningún guardia, estábamos a solas.

—¿No me va a follar, verdad?—. Pregunté para aliviar la tensión, solo que no fue un buen chiste, mucho menos para una figura importante y fría como él, fue una falta de respeto total y caí en cuenta luego de que me haya lanzado una mirada amenazante... — Ya, mis condolencias, señor, ando un poco nervioso...

—No parecías nervioso cuando trataste de realizar... Esa cosa con aquél chico, huh—Me sonrojé por la vergüenza y solo me puse la máscara plateada con forma de pico en el rostro, cubriendo por completo mi cara y solo puse mis manos detrás de mí —¿Sucede algo grave? No es de buena educación interrumpir a alguien en un momento privado como ese.

—Tampoco es de educación que lo haga en su trabajo, señor Blight —dijo, sacó una pequeña libreta dorada con hojas de color cafés y lo abrió en una hoja al azar para mostrarme —Me han informado que usted no realiza las misiones, ¿puede explicarme por qué?

—Me da flojera.

Dije sin más, la sinceridad ante todo. Que sí, aunque fue mala decisión ya que el guardia dorado no se lo tomó bien y me lanzó una cachetada al no soportar tantas estupideces que dije en menos de 5 minutos.

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Volví a los 8 años, cuando mis notas eran bajas y no tenía atención de ninguno de mis dos padres. A Odalia siempre le importó el dinero y mi padre se la pasaba trabajando. Mi progenitora solo aparecía cuando me sacaba notas bajas y no hacía más que golpearme y desearme la muerte, esos comentarios me dolían ya que yo aún la quería demasiado y no podía odiarla ya que "era mi madre".

Por culpa de ella le temo a fallar, miedo al rechazo y autodesprecio, aunque siempre trato de ocultarlo y seguir siendo esa persona positiva que todos conocen.

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Mi máscara se había caído por el golpe del guardia dorado, y en mi pálida piel era visible una enorme mancha roja que ardía como los mil infiernos... Llevé mi mano izquierda a mi cachete y bajé la mirada, no sé si por el flashback que tuve o el dolor del golpe fue que se me cayó una pequeña lágrima... El guardia dorado no sintió ni una pizca de empatía y comenzó a regañarme por no realizar mis tareas, y que a partir de ahora yo tenía que hacer mis misiones con él si no quería que mi castigo pase a manos del emperador ya que los castigos de Belos no eran muy agradables, por así decirlo.

Esa misma tarde nos ocupamos de hacer todas pero todas las misiones que tenía pendientes desde el año pasado, y con eso se me fueron las ganas de dejar todas las misiones de lado y dejar de escaparme de ellas. Terminé todas mis tareas pero me faltaba hacer la que me encargó el guardia dorado, que esa sí que era difícil...

Me hubiera gustado decir que la hice sin problemas, pero no fue así. Tenía que quitarle el corazón a un cochero húngaro... Más en específico a un dragón con un montón de picos por todo el cuerpo y que el fuego que escupía era de larga longitud, aunque el fuego no es el tema.

— ¡APÚRATE Y TEN CUIDADO CON LAS PUNTAS DEL DRAGÓN! — Me gritaba una molesta voz, cuál era la de mi jefe, y yo andaba moviéndome por todos lados con mi palismán y realizando varios conjuros para adormecer al animal, pero al no ser practicados seguidamente no lograba que la bestia esté dormida más de 1 minuto. El dragón me empujó con su cola, la cual tenía muy pequeños pinchos y no tan filosos como las demás partes de su cuerpo.

Suspiré y agarré mi espada que estaba oculta en el cinturón de guardia. Dispuesto a atacar a la bestia con aquella, pero fallé miserablemente ya que al abalanzarme sobre la bestia para enterrarle la espada en la cabeza ya que en el pecho no podía al necesitar el corazón de éste. Pude clavar la espada en la cabeza de la bestia pero una de sus punzas atravesó mi pecho, provocando que suelte un grito y de ahí perdí el conocimiento.
No recuerdo más nada desde ahí, ahora estoy acostado en una de las camillas de la enfermería con un montón de vendas al rededor de todo mi torso y el guardia dorado está junto a mí, parecía nervioso.

Mi cabeza tardaba en recuperar del todo la consciencia y al tratar de pensar solo podía sentir un enorme dolor de cabeza mientras que hablar, no podía.
El guardia dorado se sentó en el borde de mi cama y siguió viéndome, luego alzó su máscara hasta dejar expuesta su boca para beber un poco de café amargo...

Moví mi mano para posarla sobre mi vientre y suspiré para ponerme a pensar, si un dragón me atravesó completamente el pecho, ¿cómo es que...? Oh, cierto. Vivo en las islas hirvientes y existe la magia, que está tan avanzada que te puede hacer reaparecer algunas cosas del cuerpo gracias al aquelarre de curación.

Volví a quedar inconsciente al sentir que volvían a atravesar mi brazo con algo filoso, quizás que iban a asegurarse de que todo esté "reparándose" bien o algo así. Desperté de nuevo y noté que habían pasado 2 meses del suceso anterior, un poco confundida.

El guardia dorado no estaba en la enfermería, sino Emira, y eso me hacía más que feliz. Puse una sonrisa adolorida y cerré mis ojos —¿Ya estás mejor? Me han contado que peleaste con un dragón y que miserablemente te lastimó—Su preocupación me hizo sonrojar ya que muy poca gente... Bueno, nadie, se preocupaba tanto por mí cómo lo hacía mi propia hermana gemela. Me senté en la camilla sin problema y toqué mi pecho descubierto, bajé la mirada para ver que en mi pálido y marcado pecho había unas cicatrices que con un poco de cremas mágicas desaparecerían.

—Wow...—Dije mientras acariciaba la piel de mi pecho sin los guantes, había olvidado por completo que mi piel era suave como la de un bebé y solo sonreí. Emira me miró, al notar que ya estaba bien solo se fue, sin antes despedirse con un beso en la frente.

Me dieron el alta y volví a mi habitación para dormir ya que era de noche.

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¿Golden Guard..?// GoldricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora