❝Elogio, uso de "cachorro", katoptronophilia, mendigar, recibir pajas, collares, escupir como lubricante❞
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Odiabas el contacto visual, pero desde que empezaste a salir con el único Lucifer, ¡Él forzaba el contacto visual casi todo el tiempo! No sólo eso, sino que cuando te elogiaba abiertamente en público, podías sentir que te ardían las mejillas.
Ahora bien, esta no era la primera vez que tenias intimidad con el azabache, pero parecía un poco...erótico.
Todo comenzó cuando entraste a su habitación para visitarlo y pusiste un poco de café en su escritorio con una pequeña sonrisa. Había estado trabajando en cosas durante bastante tiempo y pensaste que merecía un descanso.
— Ah gracias— Dijo el pelinegro, tomando un sorbo del café de sabor amargo, demasiado amargo para tu gusto de todos modos.
— De nada— Sonreíste— Deberías tomar un descanso— Lucifer dejó la taza y giró la cabeza hacia ti con las cejas arqueadas.
— ¿Oh?
Una palabra tan simple, pero tuvo tal efecto... Te aclaraste la garganta y miraste hacia un lado por una fracción de segundo antes de mirarlo a los ojos.
— Bueno, has estado... um, aquí por un tiempo, así que... ya sabes— Murmuraste torpemente. Escuchó y asintió, levantándose de su silla y ahora en toda su altura. Había que levantar la cabeza para ver su rostro y era un poco vergonzoso por decir lo menos.
La mano de Lucifer se encontró con tu barbilla y se inclinó un poco para darte un tierno beso, sus labios estaban tan suaves como siempre y cerraste los ojos felizmente. Él se apartó y te acercó, sus cuerpos se tocaron. Tus mejillas se tiñeron de rojo y miraste al suelo. Esto no pasó desapercibido para él y suavemente levantó más tu cabeza.
— Mírame, vamos. Realmente necesitamos trabajar en ese contacto visual— El azabache bromeó. Tus ojos se movían de un lado a otro de cosas aleatorias en la habitación y de él antes de tararear de acuerdo. Su otra mano fue hacia la tuya y sus dedos se entrelazaron con los tuyos. — Creo que deberíamos trabajar en eso ahora, ¿no crees?— Dijo suavemente e inclinaste la cabeza ligeramente confundido antes de que él te diera una orden— Siéntate.
— ¿Eh?— Preguntaste— ¿Como... frente a ti?— El pelinegro asintió, sonriendo mientras te arrodillabas lentamente antes de sentarte completamente de rodillas.
— Ahora mírame— Te tomó unos momentos antes de que realmente lo hicieras, tus ojos se posaron en los de él— Eso es todo, buen cachorro— Él elogió y acarició tu cabeza, lo que hizo que tu cara se sonrojara. Riéndose, te dijo que te quedaras allí mientras rebuscaba en su armario antes de sacar un espejo revestido de plata. Se veía bastante refinado y admirabas el diseño mientras lo colocaba frente a ti.
— ¿Para qué es esto?
— Ya verás— respondió Lucifer.
Se colocó detrás de ti y lo miraste en el espejo. Sus manos llegaron a tu cuello y un collar negro estaba cerrado alrededor de este. Tu cabeza volvió a mirar a Lucifer, pero él la movió para mirar al espejo nuevamente. El collar era como el de un perro, excepto que tenía un pequeño candado en el medio.
— U-Umm... ¿Lucifer?— Tu voz tembló levemente mientras hablabas.
— Solo mantén tus ojos en el espejo, mi amor— No dijiste nada y miraste al espejo, parecía que ya se estaba divirtiendo.
— Buen chico... muy obediente, ¿No?— Dijo admirando cómo tu cara se puso roja.
Sus manos se metieron debajo de tu camisa y sentiste sus dedos fríos rodear tus pezones. Te estremeciste un poco ante sus acciones, pero tus sensibles pezones se endurecieron bajo su toque. Lucifer pellizcó uno de ellos y tu respiración se entrecortó mientras tus ojos se cerraban. Lamió el lóbulo tu oreja y susurró en ella.
— ¿Qué dije, cachorro? Ojos en el espejo— Nuevamente, tus ojos se abrieron lentamente y tu mirada se fijó en el espejo.
Tu respiración se volvió superficial y sentiste que tu miembro comenzaba a endurecerse contra tus pantalones. Un pequeño gemido de vergüenza y placer salió de tus labios, sus dedos dejaron tus sensibles pezones y bajaron, deteniéndose en la cremallera de tus pantalones.
— ¿Puedo?— Preguntó, asentiste con la cabeza en señal de consentimiento. El azabache volvió a susurrarte al oído mientras te miraba en el espejo.
— Mm-mm. Usa tus palabras— Maldijiste en tu cabeza y murmuraste en voz alta
— Lo quiero, por favor— Tus ojos se apartaron del espejo por un segundo antes de recordar que no tenías permitido hacer eso.
— Buen chico.
Sus dedos juguetearon con la cremallera antes de desabrocharla, y también los desabotonó, Su mano se estiró para sacar tu pene medio duro y luego abrió tu boca, decidiendo usar tu saliva como lubricante por ahora. La mano de Lucifer avanzó lentamente mientras la acariciaba hasta lograr una erección completa.
Tu cabeza cayó ligeramente hacia atrás por el placer mientras dejabas escapar un suspiro tembloroso y luego volvías a centrar tu mirada en el espejo. La punta de tu miembro ahora brillaba con líquido pre-seminal, la cuerda del collar brillaba con la luz y junto a la sonrisa de Lucifer. Mordisqueó el lóbulo de tu oreja.
— Parece que lo estás disfrutando, ¿no? No sabía que mi dulce chico sería un poco pervertido— Bromeó. Para tu mortificación, su comentario burlón sólo te hizo sentir más necesitado.
Su mano se movió ahora a un ritmo más rápido y comenzaste a gemir suavemente. Te querías tapar la boca, pero sabías que él no lo permitiría. Entonces, como el cachorro obediente que eras, mantuviste las manos a los costados ligeramente apretadas.
— Ah, Maldición— Gemiste, mordiéndote el labio. Lucifer comenzó a susurrarte al oído, su pulgar frotando tu punta.
— Tengo más ideas... esto es sólo el comienzo— Comenzó— Quiero ver tus ojos en blanco... tus manos atadas. Quiero que todos sepan lo bien que te estoy haciendo sentir.
Tus piernas comenzaron a temblar un poco, tus orejas tiñéndose de un color rosado. Su mano acarició tu polla más rápido mientras te susurraba estas cosas al oído, haciéndote visualizar todo lo que quería hacerte.
— Voy a tirar de ti con una correa, te gustaría, ¿no? ¿Qué tal si hago que me llames amo?
Tus ojos se ponen vidriosos al ver la forma en que juega contigo en el espejo. Esos pequeños gemidos tuyos comenzaron a hacerse más fuertes gradualmente, y el pelinegro obligó a tu cuerpo a permanecer en su lugar para evitar que te retorcieras. Se dio cuenta de que intentabas quedarte quieto.
— ¿Estás cerca, cachorro? Déjalo salir, cariño.
Con otro cambio de ritmo y la presión de su pulgar, te corriste con fuerza. Te acarició durante toda tu euforia. Esta vez, no dijo nada mientras tus ojos se cerraban. Sin embargo, cuando los abriste, lo viste lamiéndose los dedos.
— ¿Qué tal si empezamos con las otras cosas que mencioné, sí?
Esta seria una noche larga.
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