CristinaNavarro691 Aquí está lo que pediste 😘
❝ Aquí Alex no tiene ojos azules los tiene color Hazel❞.
.
Athanasius observaba desde su balcón los jardines de Obelia, sus pensamientos perdidos en el tumulto de un deseo que no lograba comprender ni controlar. La luna, enorme y brillante, bañaba el paisaje con una luz suave y plateada, proyectando sombras misteriosas sobre el césped y los muros del palacio. Un suspiro escapó de sus labios cuando pensó en él: el hombre que se había convertido en su sombra, su confidente, y algo más que apenas se atrevía a admitir.
Como si sus pensamientos lo hubieran invocado, unos pasos sonaron en el pasillo. Athanasius no necesitaba girarse para saber quién era; lo sentía en el aire, una presencia tan familiar como su propio reflejo.
—A esta hora, mi señor emperador debería estar descansando —dijo una voz grave y cálida detrás de él, y Athanasius sintió un estremecimiento recorrer su espalda.
—Y tú deberías estar en tus aposentos, lejos de mis pensamientos —respondió Athanasius sin volverse, sus palabras tensas y cargadas de un doble significado que no lograba ocultar.
Sintió una mano firme posarse sobre su hombro, y cuando finalmente se giró, sus miradas se encontraron. Los ojos hazel de aquel hombre estaban llenos de un fuego que Athanasius no había visto nunca en nadie más, un fuego que parecía arder solo para él.
—Sabes bien que no es tan fácil mantenerme alejado —susurró Alex, acercándose más, sus labios a un respiro de distancia.
El emperador no pudo más. En un movimiento impulsivo, lo atrajo hacia sí, sus labios encontrándose en un beso intenso y profundo, una liberación de todas las emociones contenidas durante demasiado tiempo. Las manos de Alex, se deslizaron por su espalda, atrayéndolo más cerca, y Athanasius dejó caer sus defensas, dejando que sus propios deseos tomaran el control.
A medida que el beso se profundizaba, Athanasius sentía que su autocontrol se desmoronaba. Los dedos del otro rubio se entrelazaron en su cabello, y el emperador dejó escapar un leve gemido, una mezcla de sorpresa y anhelo que lo traicionaba. Sintió los labios de su amante deslizarse por su cuello, dejándole pequeños besos que se sentían como fuego sobre su piel.
—¿Por qué no dejaste que esto sucediera antes? —murmuró Alex contra su oído, su aliento cálido provocando un escalofrío en Athanasius.
—Porque nunca supe que lo deseaba tanto —admitió Athanasius en un susurro, una confesión que se sentía como un peso que finalmente dejaba de cargar.
Las manos de su amante comenzaron a deslizarse por su pecho, desabrochando su ropa con una habilidad pausada, y Athanasius lo permitió, cada pieza de ropa cayendo al suelo mientras el aire nocturno acariciaba su piel. Las caricias de aquel hombre eran seguras, conocedoras, como si llevara toda una vida esperando ese momento.
Athanasius se entregó completamente, dejando que Alex tomara la iniciativa, cada roce y cada susurro encendiendo algo más profundo en su interior.
En ese instante, en medio de la penumbra y el silencio de la noche, Athanasius no era el emperador de Obelia, sino solo un hombre dejándose llevar por sus deseos, encontrando consuelo y pasión en brazos que le eran tan familiares y, al mismo tiempo, desconocidos.