"Hibrido, Celo"
.
— ¿Cariño?— Se oye un suave clic de la puerta principal cuando se abre y un alto héroe profesional pone un pie dentro con algunas bolsas de supermercado en la mano. El ático es acogedor, no demasiado grande para sus dos habitantes, con una sala de estar muy bien decorada y una cocina totalmente equipada. La isla de la cocina da a la sala de estar, y la sala de estar da al balcón, con una hermosa y centelleante vista de la bulliciosa ciudad de Musutafu. Alex no podría haber pedido un mejor hogar, un mejor novio, una vida mejor. De todos modos, luchó duro por ello— ¡Ya estoy de vuelta!
La casa está envuelta en domesticidad, bien habitada con algunos controles remotos fuera de lugar y una manta esparcida sobre el sofá de cuero sintético.
No puedes encontrarlo por ningún lado, ni en la cocina preparando un refrigerio, ni escondiéndote detrás del sofá, con las orejas caídas que hacen juego con su cabello que lo delatan. No en el balcón, donde le gusta asomarse demasiado para su placer visual y su consternación.
Frunces el ceño, tus mejillas se hinchan en un puchero y tus ojos están débilmente iluminados. Es inusual que tu conejito se quede donde está; por lo general, espera junto a la puerta tu regreso, con las orejitas rebotando con entusiasmo en el momento en que se abre la puerta. En realidad, sólo hay un lugar donde podría estar, pero tienes algunas cosas que guardar primero.
Los comestibles terminan donde no deberían estar, manzanas en el congelador y carne finamente cortada apilada dentro del refrigerador, pero simplemente no puedes concentrarte cuando tu día se desvía de esta manera. Cierras la puerta del refrigerador con mucha más fuerza de lo previsto, el acero inoxidable tiembla entre tus manos y casi amenaza con caerse. No es así, pero la pantalla casi hace que vuelvas a entrar en pánico, con la vista puesta en dos cosas a la vez.
Entonces te diriges al dormitorio.
Que comparten entre ustedes dos, un colchón grande, suave y cálido con mantas aún más suaves (las eligió Izuku ) y unas bonitas cortinas opacas cuando las luces de la ciudad terminaron siendo demasiado abrumadoras. La puerta cruje silenciosamente, nada comparado con el sonido de tu corazón que no parece relajarse en el corto plazo.
Está aplastando su pene contra el peluche de tamaño mediano que te le habías ganado en una de sus primeras citas en la escuela secundaria, arruinando el suave pelaje con su líquido pre-seminal. Debe ser porque huele igual que tú, ya que anteriormente había estado usando una de tus sudaderas con capucha, y se refiere al oso como Alex Jr.
Está húmedo y pegajoso, casi como el aire de la habitación, que se llena de gemidos desesperados mientras sus caderas se balancean hacia adelante y hacia atrás contra la felpa. Puedes ver el rebote de su trasero mientras lo balancea contra un juguete de silicona, resbaladizo por el lubricante y goteando sobre la cama. Frunces el ceño.
Su ciclo de celo debe haber comenzado mientras estabas fuera. Tu pobre bebé, se quedó solo para valerse por sí mismo, jodiéndose contra nada más que un farsante durante las últimas horas. Sus bonitos muslos ya deben estar adoloridos y cansados, en llamas y doloridos, envueltos alrededor de un osito de peluche cuando podrías haber sido tú. Suspiras, te quitas la chaqueta y caminas lentamente hacia la cama.
Tienes cuidado de no apresurarte, se vuelve muy territorial con su "nido", en lugar de eso, recorres con las puntas de tus dedos sus pantorrillas, la parte posterior de sus muslos y la curvatura de su trasero. Sólo cuando le da un fuerte apretón en el trasero nota tu presencia.
Sus grandes orejas se mueven, balanceándose mientras su cabeza gira hacia atrás para finalmente registrar al hombre a su lado. No puede decir mucho, con la garganta ronca y cansada por los gritos que cayeron en oídos sordos, pero la expresión de su rostro es suficiente para que te levantes y acaricies su rostro.
