20. Me duele amarte

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_Deseo que sigas envenenando mi alma con tu amor hasta que se marchite mi cuerpo, o en pocas palabras, quiero envejecer a tu lado_

Narrador omnisciente.

En aquel pasillo, en aquel lugar, esos dos amantes se perdieron en sus pensamientos mientras se abrazaban. Que distintos eran.

Mientras uno se sentía como el peor de los demonios, la otra lo sentía como el jodido paraíso. Aferrados, uno al otro creaban su propia realidad.

Ella lo abrazó con mucha fuerza, hundiendo su rostro en el pecho de él. Familiarizandose con su perfume.

Suspiró profundo, y eso le robó un escalofrío a su compañero, sacándolo del trance.

Largo: Ejem, yo, Dani...Lo lamento, tal vez deba irme y dejarte sola, he sido muy imprudente y emmm...-(Afino su carganta)- esto está totalmente mal, y es inapropia...

Cortó la palabra cuando sintió que se formaba un nudo en su garganta. Ella lo miró, y en sus ojos pudo ver dolor. Alguien que sonreí tanto, siempre, ahora parecía estar asustada con una simple frase, y lo peor de todo, es que esas palabras eran mentira.

Él prefirió callarse y, por primera vez, dejar de pensar.

Se le cortó el aliento, antes de hacer lo que tanto deseaba. Le robó un beso, luego otro, otro, y se perdió en la cuenta de las caricias que los consumían.

Sin ambos darse cuenta, habían llegado al cuarto de él, ¿En qué momento bajaron las gradas hasta el sótano? Si no lo saben ellos, menos yo.

Él sentía como las manos de ella, se aferraban a su cabello, y los pequeños jadeos que soltaba en cada beso, le daban una energía voraz.

Con fuerza, la puso sobre la camilla y ella lo abrazó con sus piernas, dándole a entender que deseaba sentir más.

Él soltó un ligero chillido, que le sacó una sonrisa a ella.

Al verse en esa situación y que hubieran descubierto su creciente necesidad, se podría decir que su rostro estaba aún más rojo que su cabello.

Intentó decir algo, pero no pudo, dio una ligera sonrisa avergonzado y miró a la chica. Por algunos minutos, se sentía totalmente vulnerable, pero, no de una forma incómoda, todo lo contrario.

Ese tipo de vulnerabilidad que siempre deseó. Una en la que no era un problema sentirse así, sino un lujo que se permitía al saber que alguien estaba cuidándolo.

Sonrió aún más avergonzado, e intentó disimularlo hundiendo su rostro en el cuello de ella, perdiéndose en el aroma de su piel.

Sintiendo que la amaba, como nunca había amado a nadie en su vida.

Por unos minutos, se tomó un tiempo de calma y quitó sus manos de la cadera de ella, para subirlas a su cintura, y luego a su espalda. Un abrazo tan profundo, como el oscuro espacio que algún día lo embargaron.

Respiro profundo, anhelando gozar de aquel sentimiento que se había prohibido.

Sabía que esto no era un suceso milagroso que le borraría todo el pasado, y cambiaría por completo su persona, sus miedos, sus errores.

La Deuda de un Predador  (Depredador x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora