La habitación estaba en penumbras, apenas iluminada por el tenue resplandor de la lámpara de la esquina. El aire se sentía denso, cargado de preocupación. Yuta estaba de pie frente a la cama, sus ojos oscuros repasándote como si buscaran en cada rasguño y moretón una razón para su inquietud. Su exhalación profunda cortó el silencio, llenándolo con una mezcla de frustración y angustia.
—No puedes seguir haciendo esto— dijo, su voz grave pero contenida, mientras sus manos ásperas y expertas se deslizaban con cuidado por tu abdomen, aplicando la técnica de maldición inversa sobre la herida abierta. Era un gesto delicado, contradictorio con el ceño fruncido que marcaba su rostro. —Empezaré a ir contigo— añadió, su tono firme como si esa decisión fuera innegociable.
Tú estabas sentada en la cama, apoyada en un par de almohadas para estar más cómoda, aunque el dolor aún era un latente recordatorio de la misión que casi te había costado caro. Observabas sus manos moverse con precisión, y una parte de ti se enternecía al ver cuánto cuidado ponía, mientras otra luchaba contra la incomodidad de saber que estabas preocupándolo demasiado.
—No puedes ir conmigo, Yuta— intentaste razonar, aunque tu voz sonaba más débil de lo que habías planeado. —A ti también te asignan misiones. Estoy bien, de verdad. Estoy aquí, viva, ¿no es suficiente?— Tu intento de bromear chocó contra la seriedad de su mirada. Levantó los ojos hacia ti, y ese brillo intenso y penetrante te hizo sentir pequeña.
—Que estés viva no significa que estés bien— replicó, su voz templada pero cargada de un dolor silencioso. Sus manos no dejaron de moverse con ternura sobre tu herida, como si sanar tu cuerpo pudiera borrar el peso de su preocupación. —Si no puedo acompañarte, entonces no irás, ¿me escuchaste?—
Las palabras cayeron como un muro infranqueable, llenando la habitación con una tensión pesada. Intentaste desviar la mirada, buscando en tu mente si aquello era una orden o una súplica.
—Bien...— suspiraste al fin, tu voz baja, rendida, como si aceptaras una batalla perdida. Yuta notó el cansancio en tu tono, pero no quiso presionarte más. En su mente, el silencio era preferible al riesgo de perderte por completo.
El tiempo transcurrió entre suspiros mudos y la cadencia tranquila de su trabajo. Sin embargo, no podías dejar de pensar en las implicaciones de lo que había dicho. Alzaste la mirada hacia él y rompiste el silencio.
—¿Y si tienes misiones largas? De esas que duran meses... ¿Qué haré yo? ¿Quedarme aquí sin hacer nada? ¿Encerrada porque no estás?—
Yuta detuvo sus manos un momento, sus ojos buscaban los tuyos con un dejo de sorpresa, como si no hubiera anticipado esa pregunta. Sabía que tu independencia era importante para ti, pero también sabía cuánto dolía verte regresar así, golpeada, rota, y seguir fingiendo que todo estaba bien.
—No quiero que te quedes sin hacer nada... pero si eso significara que estás a salvo, lo preferiría— confesó, con una sinceridad que perforó el aire como una flecha. Su ceño fruncido reflejaba la lucha interna que lo atormentaba. —Supervisaré tus misiones personalmente si es necesario. No volverán a enviarte a algo que no es de tu nivel. No lo permitiré.—
Su determinación era palpable, pero tú solo podías sentir la frustración burbujeando en tu pecho. Apartaste la mirada, murmurando un —Esto es una tontería— que no esperabas que escuchara.
Pero claro que lo hizo.
En un movimiento suave pero firme, Yuta soltó tu abdomen y tomó tu mentón entre sus dedos. Su toque era cálido, pero su mirada era un torbellino de emociones: preocupación, frustración, amor. —Es tonto, pero no quiero que te pase nada— admitió, su voz ahora más suave, casi un susurro que parecía pedirte que lo entendieras. —Tú lo entiendes, ¿verdad?—

ESTÁS LEYENDO
꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu
Fiksi Penggemar"¿Posesivo? Solo estoy cuidando de ti para que sigas a mi lado"