Ojos que observan en la lluvia.

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Un mes y dos semanas.

Exactamente ese era el tiempo que llevaba sin recibir una sola misión.

No una alerta.
No un correo.
Ni siquiera un simple encargo de rango bajo.

Solo silencio.

Y mientras el mundo seguía girando allá afuera, yo… yo me estaba pudriendo en esta casa. Sola. Esperando.
Como si el tiempo me hubiera puesto en pausa sin avisar.

—Ataque de escoba exorcista… —murmuré con desgano, empujando una pelusa debajo de la cama como si fuera una maldita maldición de clase media.

La escoba chirrió.
El viento golpeó una ventana.

Y por un segundo, el eco del silencio fue tan absoluto que dolió.

Yuta se había ido temprano, en otra de esas misiones que se acumulaban en su carpeta como marcas de guerra. Él seguía activo. Él seguía peleando.
Yo… barría los rincones de nuestra habitación compartida como si eso fuera a salvarme de algo que no sabía nombrar.

Pero últimamente, ese algo respiraba cerca. Lo sentía en la nuca. En la espalda. En las paredes.

Y entonces...

TOC.

Un solo golpe. Sordo. Preciso. Como si alguien supiera exactamente dónde y cómo tocar para helarte la sangre.

Me congelé.

No era el timbre. No era una serie de golpes torpes ni urgentes. Solo uno. Lo suficientemente fuerte para escucharse, lo suficientemente suave como para parecer deliberado.

—¿Yuta...? —pregunté, aunque ya sabía que no era él.

Yuta jamás tocaba así. Él entraba sin avisar, con llaves, con torpeza, con un “¿bonita, estás ahí?”. Nunca así.
Nunca con ese silencio tan... exacto.

Caminé hacia la puerta como si el suelo estuviera hecho de hielo delgado. Mis pasos sonaban demasiado.
El aire en el pasillo sabía a metal.

Abrí.

Y no había nadie.

Ningún alma.

Solo el sonido lejano del viento arrastrando hojas y un eco que no debía existir en un lugar tan pequeño.

Y justo ahí, en el umbral…

Un sobre.

Viejo.
Papel envejecido, con bordes irregulares y una textura que parecía deshacerse al tacto. Como si hubiese estado guardado por años, esperando este momento exacto para aparecer.

Mi nombre estaba escrito con una caligrafía imposible de identificar, y sin embargo... algo en ella me resultó familiar.
Como si ya lo hubiera visto antes, en otra vida, o en una pesadilla.

SUYEN.

Solo eso. Sin sello. Sin remitente. Sin marca de la escuela. Nada.

Y en el instante en que mis dedos tocaron el sobre, el pasillo se sintió más frío. Como si algo —o alguien— estuviera observándome desde algún rincón que no podía ver.

Tragué saliva.

Volví a cerrar la puerta, lentamente, clavando la mirada en ese sobre como si fuera una bomba de tiempo.

El papel crujió al abrirlo.

Y la primera línea que leí me sacudió hasta los huesos.

> "No deberías estar ahí.
Alguien te ha alejado.
Y es hora de que recuerdes por qué."

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora