Duele saber que fuiste tu.

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—¿Estás segura de que no quieres que te ayudemos a limpiar? —preguntó Nobara mientras se dejaba caer de espaldas sobre el sillón.

—Muy segura. Ya acabé antes de que llegaran —respondí desde la cocina, colocando los últimos vasos en la mesa con un par de galletas.

Era raro tenerlos a los tres ahí. Tan raro como reconfortante.

Megumi se quedó cerca de la ventana, con los brazos cruzados, observando hacia afuera. Yuji se estiró en la alfombra, dejando que el sol de la tarde le diera de lleno en la cara.

—¿Y Yuta? —preguntó él, como si hasta ese momento notara su ausencia.

—En misión —respondí, más bajo, casi en automático.

—Otra vez —murmuró Megumi.

—¿Y tú? —añadió Nobara, sin vueltas—. ¿Por qué no has salido en ninguna desde hace días?

Me senté frente a ellos. La taza de té entre mis manos empezaba a enfriarse, pero no la bebí.

—No sé —admití—. No me han asignado nada últimamente.

—Eso no es normal —dijo Megumi de inmediato—. Hay muchísimas misiones en estos días. Hasta Maki y Panda están saturados.

—Quizá es coincidencia… —intenté sonreír, pero no salió del todo creíble.

—O quizá es porque estás aquí —intervino Nobara, apoyando los codos en las rodillas—. Porque estás con él.

—¿Cómo?

—No te lo tomes a mal, Suyen, pero… ¿no crees que es raro? —Yuji se enderezó un poco—. Desde que te mudaste con Yuta, dejaste de recibir misiones. No sales, no vienes al cuartel, apenas si respondés los mensajes…

—Eso no es cierto —interrumpí, sintiéndome al instante a la defensiva—. ¡Solo he estado… descansando!

—¿Descansando o encerrada? —dijo Megumi, y su voz fue tan suave como un cuchillo de hielo.

Me quedé callada.

—No estamos diciendo que Yuta sea malo, Suyen —dijo Nobara, tratando de calmar el ambiente—. Solo que es raro que tú, una hechicera de grado especial, esté… guardada como si fuera de cristal.

—¡Él no me está guardando! —exclamé, y la taza tembló entre mis dedos—. Él solo… me cuida.

El silencio fue espeso.

—Lo hace por mi bien —dije, más bajo—. Porque si algo me pasara lejos de él, no se lo perdonaría. Y yo tampoco.

Megumi desvió la mirada. Yuji bajó la cabeza. Nobara solo suspiró.

—¿Y tú? —preguntó ella finalmente—. ¿Te lo perdonarías a ti misma si dejas de ser tú… solo por no estar lejos de él?

Me dolió. Porque no supe qué responder.

—Mira, no queremos hacerte pensar mal de Yuta —empezó Yuji, con voz baja, como si temiera que alguien más pudiera escucharlo.

Sentí un escalofrío.

—Pero hace unos días… lo vimos salir de la oficina de dirección —añadió.

Fruncí el ceño, fingiendo que no entendía—. ¿Y?

Megumi cruzó los brazos.

—Llevaba un expediente. Con tu nombre.

Mi estómago se tensó.

—¿Mi nombre?

—Lo vi de reojo. Tu expediente estaba entre sus manos. No parecía una visita casual.

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora