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Nova caminaba a traves de la Sombra después de encargarse de su hermana.
Se repetía a si misma como un mantra que había hecho lo correcto pero sus manos cubiertas de sangre le sugerían lo contrario.
No importa cuanto trataba de limpiarlas, la sensación de la sangre no se iba.
—Mi amada lunita, es bueno verte de vuelta.—
Nova cerró sus manos en puños, estaba furiosa con el hombre frente a ella. —No me llames así, sólo mi padre puede hacerlo.—
Kirigan trató de acercarse a su hija pero esta retrocedió provocando en él una profunda tristeza —Yo soy tu padre Lunita.—
En los ojos de la pelinegra solo se podía ver una gran ira hacia el hombre —Un padre jamás lastimaría a sus hijos como tu has hecho con Nevaeh y conmigo.—
Aleksander endureció su expresión al ver que su hija no le permitiría acercarse —No somos tan diferentes, puedo oler desde aquí el olor de la sangre.— miró tras la pecosa buscando a alguien más, pero solo se encontraban ellos —Sé con certeza de quien es, pues Nevaeh, a la hermana que decias amar, no está aquí.—
Nova sintió un gran nudo en su gartanta y unas inmensas ganas de vomitar —No soy igual a ti, jamás lo seré.— su voz apenas salió como un susurró.
Kirigan al ver a su hija vulnerable se acercó a ella, Nova ni siquiera retrodeció, su mente la estaba destruyendo. —Tranquila, yo se por que lo hiciste, eras tú o ella. No te culpes.—
Kirigan esposo las manos de su hija para evitar que usará su ciencia.
Las palabras de su padre en lugar de reconfortarla solo la hicieron sentirse asqueada de si misma.
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