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Algo estaba pasando. Era obvio.

Spreen podía verlo en la forma en que Roier se comportaba. Algo faltaba, algo lo estaba inquietando.

Las sonrisas que tanto amaba ya no deslumbraban como antes. Las miradas eran más cortas y apagadas. Los caprichos y berrinches se habían ido. Y no podía entender por qué.

Todo había cambiado desde ese día en que esquivó su pregunta. Es que quizás… ¿Estaba enojado con él o algo?

Spreen estaba nervioso. Pensaba una y otra vez que el cambio en Roier era todo su culpa. Tenía que enmendarlo de alguna forma.

¿Es que acaso era por su obvio rechazo?

No quería pensar que fuera eso, pero ya lo estaba haciendo.
Quizás Roier ya se había aburrido de él. De él y su estúpido problema.

Sí, podría ser eso. ¿Qué otra cosa si no?

Todo eso era lo que pensaba mientras estaba en el sofá de la sala, intentando terminarse una pizza (porque Roier ya no tenía ganas de cocinar) solo (porque Roier había rechazado su pizza).

Pero únicamente pudo comer un bocado y medio, y dejó todo sobre la mesa, pensando que había sido un completo desperdicio haber comprado una pizza familiar con la idea de animar al menor.

Ya ni siquiera tenía hambre.

Así que, ahí mirando los trozos de queso y salsa, tuvo una idea.

Aunque ya era demasiado repetitivo pero nada era mejor que volver a los "viejos" tiempos.

Entonces tomó su billetera y salió del departamento.

Mientras tanto, Roier estaba encerrado en su habitación. Hundiéndose en su miseria, según él.

Llevaba días haciendo lo mismo. Llegaba a casa, le decía a Spreen la misma excusa de siempre: "Estoy cansado". Y se perdía entre las tantas mantas de su cama, esperando que cuando despertara todo fuera una tonta pesadilla.

Ojalá fuera una pesadilla.

Pero esta noche sería diferente. ¿Por qué?

Porque una hora después, Spreen aparecería en el umbral de su puerta luego de azotarla sin siquiera pedir permiso. Asustando al joven actor que rápidamente se incorporó para ver qué sucedía.

— ¿Q-qué es esto? ¿Qué-

Spreen ingresó a la habitación como si fuera suya y dejó dos bolsas en la cama, a los pies de Roier. Éste las observó confundido y luego volvió su mirada al argentino.

— Intervención. —Dijo Spreen de forma simple, mientras sacaba algunas latas de cerveza de las bolsas.— Esto es una intervención.

— ¿Una qué?

Volvió a preguntar más que confundido, logrando que su Manager soltara un suspiro y tomara asiento en la cama, con una lata en cada mano.

— Mirá, sé que algo está pasando. Se te nota mucho. Y no quiero presionarte para que me digas qué es lo que pasa pero tampoco pienso quedarme de brazos cruzados viéndote así. No me gusta que estés así. —Explicó de forma apresurada, trabándose y tartamudeando en algunas palabras por la velocidad con la que las decía.— Así que vamos a tomar y a relajarnos. Y si querés podés contarme lo que pasa y si no, está bien. Pero por favor… No estés así conmigo.

Finalizó su tonto y para nada practicado discurso para después extender una de las latas de cerveza hacia el castaño.

Éste mantenía una expresión sorprendida, aún asimilando todo lo que había dicho su Manager en tan pocos segundos. Y cuando lo logró, una pequeña sonrisa se le escapó de entre los labios haciendo sonrojar al mayor. Spreen era simplemente adorable.

No Puedo Dejar de Mirarte | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora