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Un fuerte estruendo se escuchó en toda la habitación.

Las cosas que antes estaban ocupando su escritorio, ahora se encontraban disueltas por el suelo. Lápices, papeles, vidrio. Todo hecho un desorden que Cellbit provocó en un ataque de ira.

— ¡¿Cómo puedes permitir que pase esto?!

— ¡No fue mi culpa!

Respondía Roier entre lágrimas.

Llevaban bastante tiempo discutiendo por una escena de celos. ¿Habían pasado dos? ¿O tres horas? Roier realmente no lo sabía. Solo quería solucionar el problema y recuperar a su amoroso novio.

Pero siempre tenían que estar en una pelea distinta.

— ¡¿Cómo no va a ser tu culpa?!

Volvió a gritar el de ojos celestes mientras se giraba en su dirección.

Roier tembló.

Cellbit no solía ser una persona violenta. Sus primeras peleas ni siquiera fueron en un tono de voz alto. Y nunca, nunca le puso una mano encima.
Pero hace unas cuantas semanas, su novio comenzó a actuar de forma impulsiva y errática. Y ahora estaba aquí, destruyendo su habitación y diciéndole que todo era su culpa.

Honestamente, en algún punto Roier también lo pensaba.
Así que no fue difícil de creer que Cellbit fuera capaz de sobrepasar los límites. Pero ¿Por qué?

¿Por qué de repente todo había cambiado tan rápido?

La voz de su padre invadió su mente, repitiendole que Cellbit debía estar bajo la maldición. Pero Roier no quería escuchar sobre eso.

— ¡Él se abalanzó sobre mí!

Roier intentó excusarse sobre el acontecimiento de esa tarde, cuando un chico llegó de la nada y lo abrazó. Al principio pensó que solo era un inocente fan hasta que intentó besarlo.

Y Cellbit tuvo que verlo todo.

— ¡Y tú lo permitiste!

— ¡No! Y-yo no lo hi-

Pero el contrario no lo dejó terminar cuando lo tomó por el cuello de su camiseta de forma amenazante.
Sus ojos avellana se encontraron con esos ojos celestes llenos de ira y quiso largarse a llorar ahí mismo.

No sé suponía que fuera así…

— Cell-

— Todo es tu culpa.

Las palabras parecían dagas.

"Todo es tu culpa"…

Una corta frase que marcaría a Roier de por vida.

El labio inferior del castaño se movió con un pequeño temblor y puso sus manos en el agarre de Cellbit intentando que lo suelte. Hasta que el mayor cedió, entonces Roier vió el momento perfecto en que esa mirada llena de violencia cambiaba a una de tristeza.

Observó claramente cuando su novio se llevaba las manos a la cabeza y se encogía en el suelo. Y allí escuchó los sollozos.

— Es que no lo entiendes…

Murmuraba el joven.

Pero el contrario estaba demasiado aturdido por el repentino cambio de humor de su pareja.

Cellbit estaba llorando a sus pies y murmurando cosas como:

— Roier, tienes que entenderlo. Nadie puede estar contigo. —Volvió a sollozar.— Nadie puede amarte más que yo.

No Puedo Dejar de Mirarte | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora