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La ciudad estaba muy vacía para ser fin de semana.

Eso pensaba Roier mientras caminaba por el centro con su típica gorra y el tapabocas para ocultar su identidad.
Hace tiempo no paseaba tan tranquilo en un lugar concurrido. Ojalá pudiera hacer eso todos los días. Pero ahora estaba allí por algo personal.

Por Cellbit.

Y eso era una locura. Una completa locura.

El chico dijo que tenían que encontrarse ese día en el centro de la ciudad. Sabía exactamente qué era lo que quería, pero tenía en mente intentar hacerlo entrar en razón.

Y si eso salía mal. Lo segundo que haría sería notificarle a su familia. Si es que llegaba a tiempo.
No quería contactar a Spreen porque eso lo pondría en peligro. Y teniendo en cuenta lo impulsivo que era el mayor, él no dudaría en ponerse en medio de todo y arriesgarse como si su vida no importara nada.

No podía dejarlo hacerlo. Esto tenía que solucionarlo él solo.

Roier llegó hasta la dirección que le había enviado el brasilero, era un parque. Muy bonito, la verdad.
Cellbit había rogado para verlo (y amenazado) y el actor le dijo que solo lo haría si era un lugar al aire libre. Totalmente expuestos.

Tenía que ser precavido pero de todas formas sabía que eso no iba a funcionar por mucho tiempo.

Así que allí estaba, sentado en una de las bancas esperando por el chico que supuestamente no tardaría en llegar, mientras veía algunos pocos niños jugando en los columpios.

— Roier.

Al escuchar esa voz, fue como si todo se detuviera a su alrededor y el ambiente tan agradable que veía antes fuera reemplazado por temor. El temor invadió su cuerpo pero de todas formas logró girar su rostro al lugar de donde provenía.

A unos pasos se encontraba un chico de estatura mediana, cabello castaño claro, todo revuelto y barba incipiente.
Esos ojos celestes con un pequeño matiz verde se posaron en él después de tanto tiempo. Pero eran diferentes, más opacos. No tenían ese mismo brillo inocente de años atrás. Y hasta podría decir que se veían tristes. Sin contar que cargaban con dos bolsas oscuras debajo de ellos, cómo si no hubiera dormido por días.

La descuidada imagen solo le recordó por qué tuvo que alejarse de él en primer lugar, y le devolvió ese sentimiento de culpa.

No quería estar allí. No quería verlo.

Pero tampoco quería que alguien más saliera lastimado. Incluso Cellbit.

Cuando se levantó de su lugar para saludar al chico, este ya había adelantado los pasos que le faltaban para llegar a dónde estaba el menor. Y antes de que pudiera detenerlo, Cellbit lo rodeó con sus brazos.

— Roier, Guapito. —Murmuró con el rostro escondido en el hueco entre el hombro y el cuello del castaño.— Te extrañé tanto…

El mayor lo estrujó entre sus brazos como si quisiera aferrarse de él antes de que se fuera, mientras que Roier se mantenía quieto. Tardó unos segundos pero finalmente se decidió por corresponder el abrazo.

Pero no se sentía bien. Se sentía incorrecto.

Cuando se separaron, Cellbit tomó su rostro entre ambas manos y lo observó detenidamente con una gran sonrisa.

— Realmente eres tú…

Roier le devolvió la mirada con confusión.

¿A qué se refería? ¿Acaso había llegado a tener alucinaciones?

No Puedo Dejar de Mirarte | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora