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Las cosas estaban yendo demasiado bien para ambos.

Los dos chicos tenían cada vez más confianza entre sí. Y eso era sorprendente para una persona tan asocial como lo era Spreen.

Pero había algo más.

A veces habían ciertas miradas entre ellos, roces discretos que nadie más notaba y sonrisas compartidas. Pequeños detalles que hacían cuando ambos estaban en su propio mundo sin tomar en cuenta a los demás.

Spreen no quería darle una etiqueta a eso. No aún...

Y tampoco quería (ni podía) reconocer sus propios sentimientos en base a lo que estaba pasando.
Él quería obligarse a pensar que solo había más confianza entre los dos.

Mientras que Roier parecía vivir en un cuento de hadas.

Estaba tan absorto de todo cuando en la mas mínima oportunidad hacía reír al mayor, o simplemente éste le sonreía de forma cálida.

Hasta habían adquirido una nueva costumbre luego de esa situación en el comedor de la compañía.
Ésta consistía en que a veces Roier rozaba levemente la yema de sus dedos en el dorso de la mano ajena para llamar su atención cuando se sentía tenso, estresado o decaído. Y eso para Spreen era como una señal fácil de reconocer dónde debía tomar delicadamente la mano del menor para transmitirle calma y compañía.

Como si tuvieran su propio lenguaje privado.

Spreen no quería precipitarse con lo que sucedía entre ambos. Además, tampoco sabía con exactitud lo que Roier sentía.

Lo único de lo que estaba seguro era que eso parecía estar bien. Tanto para Spreen como para Roier.

Quién ahora estaba practicando las líneas de un comercial.

— Ugh, esto es horrible.

Murmuró Roier leyendo el libreto de un ridículo comercial de hamburguesas.

"Grandes y jugosas son mucho mejor"

Ni loco iba a decir eso. ¿Cómo pudo haber firmado para hacer tal cosa? Que vergüenza.

— ¿Qué es horrible?

Preguntó inesperadamente una voz cerca suyo que le quitó el aliento de un susto.

Y cuando se volteó, allí lo recibió Quackity con una sonrisa inocente.

Ese día no podía empeorar...

— ¿Qué hacés aquí?

Sin pedir permiso, el mayor se movió hasta el asiento junto a Roier mientras éste ponía los ojos en blanco.

— Quería ver a tu sexy Manager.

Roier le dió su peor mirada al escuchar el halago.

"Quería ver a tu sexy Manager" ¡Cabrón hijo de su puta madre!

El actor no tenía ganas de lidiar con esa persona, así que intentaría sacarselo de encima lo más rápido posible.

— No está aquí.

Quackity se burló por la respuesta tan cortante y abrazó al chico por los hombros.

— Es broma. No estaba buscando a tu noviecito.

Confesó el de gorro de lana y Roier soltó una risa fingida.

— ¿Ah, no? ¿Qué es lo que quieres entonces?

— Quiero hablar contigo.

El menor lo observó para comprobar que no estuviera mintiendo o haciendo otra broma. Pero el rostro serio de Quackity parecía bastante sincero.

No Puedo Dejar de Mirarte | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora