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Esa hubiera sido una mañana común y corriente... Si simplemente Spreen supiera realmente dónde estaba.

En esos momentos no importaba mucho ese hecho. Spreen estaba muy cómodo como para preguntarse por qué su cama repentinamente era más grande. O por qué las mantas eran más suaves que de costumbre.

O más importante, ¿Por qué la habitación tenía un aroma especial? Era dulce... Pero suave. Parecido a la vainilla...

Canela.

— Roier...

Murmuró medio dormido al reconocer el distinguible perfume, mientras se aferraba más a la almohada que estaba abrazando contra su cuerpo.

Pero su propia voz fue suficiente para abrir los ojos de golpe por la sorpresa y confusión de lo que había dicho.

¡¿Por qué estaba murmurando su nombre en sueños?!

Spreen tomó la almohada y la lanzó lejos de la cama intentando también deshacerse de esos pensamientos que lo estaban volviendo loco. Pero cuando miró a su alrededor, el desconcierto fue en aumento.

Estaba en el departamento de Roier.

No solo eso, había regresado a su habitación original. ¿Cuando y cómo? Obviamente no lo recuerda porque el día anterior estaba demasiado ebrio como para que su cerebro archive algún recuerdo útil.

Aunque tenía algunas imágenes borrosas en su mente como el recuerdo de él de camino a la compañia donde trabajaba Roier y esperándolo en el estacionamiento como un completo psicópata.

¡La puta madre! ¡No!

¿Qué mierdas había hecho?

Esperaba no haber espantado a Roier con su "extravagante" actitud de ebrio. Pero eso no terminaba de explicar qué hacía de nuevo allí. Así que decidió armarse de valor y levantarse de la cama.

Era algo tonto, pero de alguna forma estaba agradecido por descubrir que aún conservaba la misma ropa que llevaba ayer.
Con sus manos arregló brevemente el desastre de su cabello el cual se colaba en su frente casi cubriéndole los ojos, y finalmente abrió la puerta para salir de la habitación.

No sabía muy bien a dónde ir primero, pero el olor a tostadas recién hechas lo guiaron hasta la cocina.

Pero se maldijo a si mismo por ser tan débil ante la comida.

— ¡Buenos días!

Exclamó el actor de forma vigorosa cuando vió de reojo al mayor entrar a la cocina.

Spreen se sobresaltó por el energético saludo pero no emitió ni un sonido. Ni mucho menos una palabra.

Roier le sonreía cálidamente y se veía tan radiante como siempre. Incluso más. Provocando que Spreen olvidara por completo como hablar.

El menor torció su sonrisa de forma nerviosa al no recibir respuesta así que se volteó hacia la mesada para poder tomar un plato de tostadas y una taza de café.
Al principio Spreen creyó que ese era el desayuno de Roier, pero esa idea fue descartada cuando el actor dejó ambas cosas en el extremo de la mesa más cercano a Spreen.

— No es la gran cosa pero imaginé que ibas a despertar hambriento. —El castaño volvió a desplazarse por la cocina hasta el refrigerador de dónde sacó un pequeño frasco de mermelada para dejarlo junto a las tostadas.— Ah, casi lo olvido. También creí que estarías adolorido por, ya sabes... beber tanto. Así que le pedí a Mariana que traiga algo para el dolor de cabeza.

Spreen todavía no había dicho palabra alguna pero Roier ya se encontraba en frente suyo extendiendole un vaso de agua y una diminuta pastilla.

El chicó le echó un vistazo a lo que le ofrecía para luego volver su mirada confundida al menor.

No Puedo Dejar de Mirarte | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora