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Spreen, me gustas. 

Lo había dicho, al fin lo había confesado. Y honestamente, ahora se sentía un poco más aliviado. 
Solo un poco porque el silencio que los abordó luego de decir esa frase, fue algo… incómodo. 

Spreen lo observó perplejo mientras el rostro de Roier se teñía completamente de rojo comenzando desde la punta de su nariz. 

—... Yo-

Comenzó a hablar el argentino pero simplemente no pudo terminar la frase porque no sabía qué decir.

¿Acaso había escuchado bien? 

"Me gustas."

— ¡No! Espera, no digas nada. —Habló Roier de forma exaltada, soltando al mayor y levantando ambas manos para detener lo que iba a decir.— Yo no-... Es que-... Mierda. Déjame explicarlo. 

Las últimas palabras fueron amortiguadas por sus manos al cubrirse el rostro encendido con ellas. Pero el rubor llegaba hasta sus orejas. 

Y eso era un poco gracioso y en parte adorable para Spreen. Si no estuviera en una situación similar o peor que Roier, ya que su corazón iba a mil por hora, sus manos comenzaron a sudar sin parar y ya estaba dando vistazos a la puerta de salida con intenciones de escapar. 

¿Las paredes habían comenzado a acercarse? 

Sí… no estaba bien. 

Entonces el castaño descubrió su rostro tomando una larga bocanada de aire para calmarse aunque sea un poco.

— Escucha, yo… por favor no te asustes. —Se apresuró a decir al reconocer muy bien la cara de terror que ponía su Manager.— Por favor, por favor solo escúchame. 

Roier bajó una de sus manos para dejarla sobre el dorso de la ajena esperando una reacción de su parte y todo el tiempo buscó su mirada, la cual quería evitarlo. Hasta que se encontró con ambas amatistas.

Entonces los muros dejaron de acercarse. 

Spreen mantuvo su vista en el par de ojos avellana que parecían temblorosos mientras entreabría sus labios resecos. 

El bullicio del lugar se apaciguó

El menor acarició la piel blanquecina y los latidos ansiosos del contrario se calmaron. 

Era increíble el poder que tenía sobre él.

— Te escucho. 

Su voz había salido más como un murmullo, pero fue suficiente para que Roier volviera a respirar tranquilo. 

Bien, ahora debía decir todo sin convertir el momento en una situación incómoda para el mayor. 

—Spreen… Nos conocemos hace ¿Seis meses? ¿Siete? Prácticamente medio año. Y debo decir que, bueno, fue uno de los mejores tiempos de mi vida. —Confesó para luego soltar una pequeña risa nerviosa.— Lo que quiero decir es que; nunca me sentí tan vivo como hasta ahora. Y sí, pasaron muchas cosas malas pero… no hubiera podido superarlas de no ser por ti. 

El nombrado hizo una mueca con sus labios y bajó la mirada a sus manos entrelazadas.

— Yo no hice nada…

— ¿Nada? Hiciste más de lo que deberías haber hecho. Y estoy muy feliz de tenerte aquí ahora… conmigo. A pesar de todos los errores que cometí. Aunque lo que más lamento es ponerte en peligro a ti. Perdóname.

Roier observó las heridas en el rostro ajeno con dolor. Cómo si él mismo las tuviera. Al menos algunas ya habían sido cerradas. Pero otras no, como la de su labio que volvía a abrirse cada vez que hablaba.

No Puedo Dejar de Mirarte | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora