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El bar no estaba tan lleno ese día. Spreen dedujo que se debía a que era un día de semana.

Habían arreglado con Robleis que ese día se juntarian en el mismo bar de siempre (pero ésta vez sin Carre) para poder hablar mejor las cosas y que su amigo pueda ayudarlo en ese dilema que lo molestaba hace semanas.
Pero Rob estaba llegando tarde a su encuentro.

Para ser exactos: 30 minutos tarde.

En ese tiempo, lo único que hizo Spreen fue pedirse cerveza tras cerveza así que no estaba totalmente en sus cinco sentidos pero tampoco estaba tan ebrio como para olvidar que hacía ahí. Aunque si Robleis seguía tardando posiblemente termine bebiéndose hasta el agua de los floreros.

Y eso era raro. Spreen no era una persona que bebía demasiado. Ahora solo lo estaba haciendo porque la ansiedad lo carcomía.

— ¡Perdón! Perdón, perdón. —Dijo Robleis cuando finalmente llegó a dónde estaba su amigo.— Tuve un problema en el trabajo y querían que me quede horas extra. Casi los mando a la mierda pero bueno... Con eso vivo y como ¿Sabes? Disculpame, amigo. Por favor.

— Está bien, tranqui. No te hagas drama.

Respondió Spreen, estirándose en el banco frente a la barra. Y al instante Robleis arrugó su nariz olfateando el aire.

— Amigo, ¿Cuánto tomaste? Tenés un olor a alcohol...

El menor rodó los ojos y alejó su lata vacía para luego hacerle una seña con su mano al bartender indicándole dos cervezas más.

— Y bueno, capo. Tenía que hacer algo mientras te esperaba.

— Bueno che, tampoco para que te enojes. Hice lo que pude. —Volvió a excusarse el mayor seguido de una leve risa.— ¿De qué querías hablar?

Y había llegado la parte que no quería pero a la vez necesitaba tanto. Tenía que contar todo desde el principio con lujo de detalles y sin excusas.

Entonces tomó un largo suspiro antes de comenzar a hablar.

Esperaba que su amigo no fuera tan exagerado.

— Ah... ¡¿Qué?! Pará pará... ¿Él te despidió luego de TODO eso? ¡¿En serio?!

— Sí.

Robleis abrió su boca entre sorprendido e indignado por la respuesta.

— ¿Así de la nada?

— Sí.

— ¿Luego de besarte y preocuparse por ti? ¡¿Y todo lo que hiciste por él?!

— Bueno, eso ya es demasiado...

Intentó calmar a su amigo que ya se veía bastante metido en la historia.

— ¡Es que no entiendo!

— ¡Yo tampoco! Por eso te llamé. —Exclamó exasperado ya que esa conversación no estaba llegando a ningún lado.— Quiero saber por qué lo hizo y nadie quiere decírmelo.

El más alto tomó su nueva lata de cerveza para darle un sorbo. Quizás eso podría darle más paciencia.

Robleis lo observó pensativo. Podía entender que eso le preocupara porque era su trabajo... ¿Pero tan así?
Conociendo a Spreen, él podría simplemente ignorarlo y seguir con su vida como siempre.

— ¿Eso es lo único que te molesta? ¿No saber la verdadera razón?

La idea de Robleis era simple. Primero profundizar en lo que agobiaba al menor y luego intentar averiguar el por qué del comportamiento del otro chico.

No Puedo Dejar de Mirarte | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora