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Esa mañana Spreen despertó algo confundido.

Los primeros segundos después de abrir los ojos no reconoció el lugar en el que estaba hasta que lo recordó. Estaba en el departamento Roier, claro.

Pero sinceramente no tenía quejas.

Roier lo había ayudado a desempacar todas sus cosas, luego lo dejó solo para que se acomodara y en algún punto se quedó dormido en la comodidad de esa cama. Su espalda nunca se había sentido tan dichosa por dormir en una superficie tan suave.
Aunque debía ser honesto con algo. Y es que, las sábanas tenían un aroma particular.

Olían a Roier.

¡Pero no de una forma asquerosa! Claro que no.

Pues el actor debía tener un perfume único, de esos que son muy finos. Porque era fácil reconocer su aroma dulce de canela en cualquier lado.

Y Spreen amaba la canela.

En pocas palabras, estaba tan cómodo en su nueva cama que no tenía muchas ganas de comenzar con el trabajo pero lamentablemente debía hacerlo. Así que el Manager, a duras penas, se levantó del colchón apagando su alarma. Y se encaminó hacia el baño para asearse y prepararse dando comienzo a su día.

Spreen pensaba que Roier debía seguir durmiendo ya que no lo veía como ese tipo de persona que se levantara tan temprano. Pero nuevamente sus suposiciones habían fallado.

Cuando salió al pasillo con su cabello húmedo. Diferentes aromas mezclados llegaron a sus fosas nasales provocando que su estómago gruñera por el hambre. Una reacción normal para un chico que solo desayunaba Café y a veces hasta ni siquiera eso.

— ¡Ey! ¡Buenos días, dormilón!

Saludó alegremente el actor cuando Spreen llegó al comedor.

Pero éste no pudo contestar por estar asombrado por la cantidad de comida que había en la mesa de la cocina.
Roier al no recibir respuesta, siguió la mirada del mayor y lo comprendió.

— Ah, sí. Lo siento, no sabía que te gustaría para desayunar así que simplemente usé... Casi todo lo que tenía en la nevera.

Confesó el castaño ganándose una mirada de sorpresa de parte de su Manager.

Pues Roier debió haber estado bastante tiempo preparando todo ese desayuno (si es que se le podía llamar así). En la mesa había desde tostadas con mermelada, fruta, hotcakes... ¡Hasta Omelette!

Era demasiada comida para solo dos personas. Y más aún teniendo en cuenta que Spreen no solía desayunar mucho.

Pero, Dios. Eso era el paraíso.

— Eh... Gracias. —Habló por primera vez, sonando más grave de lo normal por su voz mañanera.— ... Pero no suelo comer tanto en la mañana.

Rápidamente la alegría en Roier decayó y volteó a ver la gran cantidad de comida con pena.

Ese día se había despertado más temprano de lo normal solo para sorprender al mayor con sus dotes culinarios. Pensaba que quizás así se ganaría uno o varios halagos pero ahora Spreen estaba rechazando su comida.

— Pero... Creí que te gustaría...

Murmuró aún observando los platos delante de él.

Entonces Spreen se tensó. Ahí estaba. Roier estaba haciendo eso de vuelta. Que no sabía cómo llamarle pero que le provocaba un profundo sentimiento de culpa.
Aunque ahora que lo pensaba, el chico pudo haber estado horas preparando todo eso. Lo mínimo que podía hacer el Argentino era aceptar la comida.

No Puedo Dejar de Mirarte | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora