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El corazón me sigue doliendo.

A cada día, a cada segundo, en cada respiración, y sé que ese dolor no es cien por ciento mío. Lo sé, porque lo siento lejano a la vez que algo propio, algo que me ocurre a mí pero no directamente a mí, es una sensación extraña que no sé como lidiar y que me está sacando de mis malditas casillas. No puedo hacer nada, ni siquiera dormir bien porque sé qué es lo que está pasando, sé que es mi culpa y no sé como arreglarlo.

El dolor que me impide respirar es el dolor que está sufriendo mi compañero. Mi otra mitad. Mi luna.

El dolor que está corrompiendo a Tae, el dolor que yo mismo, sin siquiera saberlo, le proporcioné.

Por más que intento pensar en algo que haga que mi cabeza salga del pozo de la culpa, la verdad es que debí haber visto todas las señales que tenía en frente. El olor de esa Omega me llamó la atención, pero mi Alfa no estaba saltando en cuatro patas como cuentan las leyendas del primer encuentro con el destinado: mi Alfa estaba ligeramente interesado, más de lo que estaba con todos los demás, pero nunca como debí haber esperado. Nunca tan excitado y tan alegre como cuando olió directamente a Tae, e incluso si él olía a tristeza de una manera en la que me ardía la nariz, de todas formas el cambio en el recibimiento entre Tae y Jennie fue tan potente que debí haberlo visto venir. Debí haber entendido mejor los mensajes, y ahora mismo no estaría aquí, intentando hacer algo para calmar el dolor de mi corazón, intentar hacer algo para dormir a pesar de que mis pensamientos van y vuelven hacia él, hacia lo hermoso que se veía incluso roto, a lo mucho que paralizó mi corazón solo con verlo respirar.

Lo tuve al alcance de mi mano, y lo perdí con la misma rapidez.

Ha pasado una semana desde entonces.

Lo he buscado por todos los lugares que conozco de esta villa, he levantado cada piedra que se ha atravesado en mi camino, rompí mis pies con ampollas de dolor y sudor, pero nada me importó porque necesitaba hablar con él. Necesitaba verlo, olerlo, estar a su lado, explicarle, abrazarlo, amarlo... y mi Alfa no ayudaba.

Cada día en el que sentía el dolor de Tae a través de la conexión no terrenal que compartíamos, mi Alfa aullaba por no ser capaz de consolar a su compañero, y me recriminaba mis acciones. Habíamos entrado a una especie de odio mutuo en el que él me echaba en cara el no haberme dado cuenta y yo le recriminaba que no hubiese detenido mis pasos.

¿Qué sería de él ahora?

¿Estaría bien?

¿Estaría durmiendo bien?

¿Hay algo que pueda hacer para sanar un poco su dolor?

Pero si mi dolor era indicio en porcentaje de su propio dolor, sé que no.

Él está sufriendo, al igual que yo. Más que yo.

Y eso fue lo que me llevó a cumplir una de las acciones más extrañas en un Alfa, una de esas acciones que, vistas desde afuera por otro Alfa u otra casta en general pueden ser consideradas como actos de vulnerabilidad y de debilidad que ninguno quiere dejar mostrar, menos alguien que está en línea sucesora de un trono, pero era la única forma en que calmaría en parte el pánico de mi interior, pero sin pensarlo más veces, me escabullí en el mismo departamento en donde todo acabó, en el mismo espacio donde lo conocí y en donde compartí la cama con su prometida (ex-prometida), asegurándome de que no hubiese nadie y de que mi cuerpo llevara un fuerte supresor para no dejar ningún indicio... y sintiéndome un completo lunático, tomé las ropas de Tae conmigo.

Beautiful fate |  kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora