; veinticuatro

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Jungkook extendió mi mano, allí en medio del riachuelo que se transformó en la zona de descanso sagrada de Jimin, sus ojos grandes brillando como siempre, y su nariz un poco arrugada de esa manera en la que no parecía un Alfa de temer, sino un pequeño cachorro juguetón que había encontrado su hogar. Su casa. A mí. 

—Vamos a tener una cita ahora, sin nadie que intente separarnos, y sin nada que pueda alejarnos. —su mano temblaba ligeramente, y mis ojos viajaron entre su extremidad tatuada y sus ojos que reflejaban el universo. Y así, justo allí, un viento pasó por mi nuca y de alguna forma me moví inconscientemente, atraído hacia él sin siquiera darme cuenta de lo que estaba haciendo. —¿Irías conmigo?

A cualquier lado.

Tomé su mano.

Y nunca se sintió más correcto.

Jimin estaría orgulloso de mí.

Nuestra primera cita oficial había estado marcada por un sinfín de sentimientos negativos que eran la plena y absoluta justificación de mis inseguridades, si me permitía a mi mismo seguir escondiéndome en ellas para justificar que me pasaran a llevar como claramente lo había hecho Jennie durante toda nuestra relación, y luego de haberlo pensado por largos momentos, ¿no era esto algo bueno a considerar?

Sí, bien, fui un gorreado por mucho tiempo. Probablemente Jennie me vio la cara de tonto y se aprovechó de ello porque estaba demasiado preocupado fingiendo una relación que desde el principio no iba bien para poder decirme a mi mismo que había avanzado luego de que murió Jimin, pero ahora que estoy con Jungkook y que vuelvo a sentir las mismas mariposas y la misma ansiedad por tocarlo, conocerlo, desnudarlo y besarlo que me pasó en antaño y quizá hasta un poco más fuertes, entiendo que con ella estaba todo destinado al fracaso. Debería estar agradecido (como en algún momento se me dijo) que todo haya terminado, más aún porque a la vuelta de la esquina, de una forma algo mala y totalmente inesperada, me encontré con él.

Él, quién sonríe y se marca un pequeñísimo hoyuelo, que la piel alrededor de su nariz se arruga y sus ojos se achican, que su cabello rapado a los costados estaba creciendo un poco demasiado rápido, y que tenía un hermoso lunar debajo de su belfo inferior que me tentaba mucho a pecar cada día, en donde mis labios y mi lengua habían pasado cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo.

Él, quién tiene la voz suave para mí y una voz muy irónica para el resto, que no es muy cuidadoso con su ropa pero que tiene el cuidado de siempre serlo con la mía y que casi parece ronronear cuando mis manos acarician su cabello.

Él, quién me llevaba de la mano y besaba mis nudillos con suavidad y quién con su calor me envolvía por completo. No sé en qué punto creí que podría seguir ocultando lo que sentía por él: me parecía una tarea imposible a esta altura.

Terminamos en el mismo pequeño lugar en donde comimos el día anterior, y la señora nos recibió con una sonrisa que no lograba ocultar su sorpresa.

Beautiful fate |  kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora