El destino es algo cruel, más aún cuando te juega las pasadas que le juega a Jungkook, quién conoce al destinado de su lobo cuando lo descubre en el momento en que el mismo Jungkook se enreda en las sábanas de la prometida de Tae.
o, cómo Jungkook t...
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Pensé que conocía el silencio, en todas esas noches que precedieron la muerte de Park Jimin, en donde la noche se sentía demasiado fría, demasiado desolada, demasiado hiriente, demasiado catastrófica, en donde mi corazón apretaba y mi mirada se empañaba con lágrimas que me negaba a derramar luego de sentir que debía ser fuerte y enfrentar la vida por él. Luego creí que conocía el silencio las noches en donde Jennie se enojaba conmigo, donde me daba la espalda en la cama y yo solo podía ver el bulto que construía su figura menuda, mientras mis ojos se pegaban al techo de nuestra habitación con el pensamiento dando vueltas en mi cabeza de que si tan solo abría la boca y pedía perdón, el silencio se iría.
Pero ni todo eso me había preparado para este silencio.
El hogar de los Jeon estaba cada vez más vacío. Seokjin pasaba mucho tiempo fuera, y cada vez que me miraba a los ojos una nota de rubor subía sus mejillas, lo que me hacía pensar claramente que había escuchado mis gemidos mientras su hermano me tomaba por primera y única vez en ese arrebato de impulsividad que me permití experimentar, y allí había una nota de disminución en ruidos que si bien no me afectó tanto, se sintió a lo largo de los días, más cuando Jeon Jungkook, alias el idiota, ni siquiera se dignó a mirarme.
Al principio creí que después de esa fatídica conversación, el hecho de que no coincidiéramos era fortuito.
El idiota, como comencé a llamarle, había estado muy requerido en las filas del ejército en donde se desempeñó con tal nivel de superioridad que no pude evitar pensar que por mucho que sintiera que había invadido el espacio que me correspondía, Jeon pertenecía a ese lugar, a la sangre corriendo, al sonido del metal contra el metal, del sudor cayendo por su cuerpo luego de un pesado entrenamiento, de su voz más profunda y grave de lo que recuerde alguna vez hablándole a los súbditos de su tío (incluyéndome), a lo fuerte que se veían sus brazos y todos sus músculos ante la más mínima tensión del ejercicio, y a pesar, nuevamente, de que sentí que ese era mi lugar y que no quería tenerlo allí, él más temprano que tarde se cambió de división, fue llamado por otras personas, fue requerido por más personas para intervenir los entrenamientos, todo el mundo sin querer perder el punto de interés en que el gran próximo Alfa de Alfas se hiciera cargo de ellos, de que diera consejos y de que ayudara a corregir posturas.
No puedo negar que me genera incomodidad que corrija movimientos, que adecúe posturas o que mueva cuerpos con su propio cuerpo. Demasiado tacto con otras personas como para sentirme plenamente cómodo con ello, pero lo único que me tranquilizaba en su mayor medida era que se trataban casi gran cantidad de solo Alfas, y aunque habían muchos (sin discriminación pero con cierto rechazo general en la comunidad) que se sentían atraídos por otros Alfas, la verdad es que me alegraba que fueran Alfas, porque el día en que fueran Omegas a los que tocara así...
Paré el tren de pensamientos de mi cabeza, con un gruñido.
¿Qué me importa a mí que Jeon Jungkook toque a otras personas? Me da igual.