9

1.3K 201 280
                                    

Dormir había dejado de ser placentero hace tiempo. Dormir significaba mostrarse débil y George no podía mostrarse débil teniendo a tantos monstruos acechando su habitación. Él nunca le había temido a las sombras que parecían humanas, pero que en realidad sólo era la acumulación de cosas, o al monstruo debajo de su cama, él le temía al ser humano porque desde una edad temprana le demostraron que no podía confiar en nadie, ni siquiera en su propia familia.

Era la noche antes de su cumpleaños número once. No es como si disfrutara de sus cumpleaños, pero le alegraba ser mayor, porque eso significaba que al fin dejaría de ser un niño debilucho.

Dormía en su cama como de costumbre cuando el chirrido de la puerta abriéndose lo despierta. No abre los ojos porque sabe perfectamente quién está ahí.

Escucha sus pasos perfectamente acercándose a su cama. Puede sentir como el colchón de hunde un poco y unos dedos acomodando el cabello de su frente.

Se queda completamente quieto, intenta fingir que está dormido a pesar que aquellos dedos ahora han bajado a su trasero y se han metido bajo su ropa. Es consciente de lo que pasa. No es la primera vez y puede que tampoco la última. Solo tiene que resistir un poco más.

Su padre tira las sábanas al piso y se coloca encima de él aplastando su pequeño cuerpo. Escucha el desliz de la correa y el sonido del cierre de su pantalón bajando.

No quiere abrir los ojos, porque sabe que no es necesario para saber qué va a pasar a continuación. Puede sentir el roce del pene de su padre sobre sus labios.

Se mueve tan solo un poco y es suficiente para que su padre se de cuenta que está despierto.

—¿Por qué no abres la maldita boca?

—¡Porque no quiero!

Su padre le propicia una cachetada.

—Te he dicho mil veces que no grites. Tu madre va a escucharnos. Ahora abre la maldita boca.

George se niega una y otra vez hasta que su padre decide desvestirlo a la fuerza, dejándolo más indefenso de lo que ya era. George lo patea para alejarlo, pero el hombre toma sus piernas y las separa para que deje de moverse.

No hay palabra que describa el dolor que sentía cada vez que lo penetraba.

Era solo un niño y con el pequeño cuerpo de un niño.

George trata de buscar algo debajo de su almohada hasta que lo encuentra. Llevaba con ese cuchillo bajo su almohada por varios meses pensando en utilizarlo, pero nunca atreviéndose a hacerlo. Ya no iba a contenerse. Iba a acabar con eso.

Saca el cuchillo bajo la almohada con demasiada fuerza, que en vez de cumplir su objetivo de amenazar a su padre, termina atravesando el cuchillo sobre su pecho. Puede observar como sus ojos se abren más de lo normal  y se conectan con los suyos.

—¿Qué mierda acabas de hacer, niño? —el tono de su voz es una mezcla de ira y miedo.

Suelta el cuchillo y se zafa del agarre de su padre antes de que este caiga muerto sobre su cama. Lo mira sin saber qué hacer. Su respiración está agitada y su corazón late tan rápido que siente que se le va a salir del pecho.

Tiene manchas de sangre en su cuerpo y en su rostro. Tiene las manos llenas de sangre.

Y al contrario de lo que pensaba, no siente ningún alivio, al contrario, está completamente aterrado. ¿Y si su madre se enteraba? Seguro llamaría a la policía y lo llevarían a la cárcel. George no quería ir a la cárcel. No iba a regresar a ese infierno.

El frío viento de la ventana choca contra su cuerpo aún desnudo y le recuerda que debe vestirse pronto y escapar de allí. Se pone devuelta la pijama y toma su mochila de la escuela para guardar sus cosas.

Iba a huir de su casa. No iba a dejar que la policía lo encontrara. Si era necesario se iría del país.

Se pone la mochila al hombro y escapa por la ventana, mientras intenta limpiar los restos secos de sangre en su rostro.

Corre sin rumbo alguno. El cuerpo le duele y siente que en cualquier momento se va a caer, pero sigue corriendo.

Cuando sabe que está lo suficientemente lejos de casa deja de correr y empieza a caminar buscando un lugar para refugiarse el resto de la noche. Sin darse cuenta choca con un chico que al verlo bien debe tener entre dieciséis y dieciocho años. No sabe si su expresión horrorizada es por él o por otra cosa, pero instantáneamente cambia a una más amable cuando se encuentra con sus ojos.

—Lo siento. Soy un poco torpe —dice algo nervioso—. ¿Estás perdido pequeño?

George se queda callado sin saber que responder.

—¿Sabes dónde puedo quedarme a dormir?

—¡Claro! ¿Ves esa iglesia de allá? Allí adentro está el Padre Sebastian. Él tiene una habitación donde puedes quedarte a dormir. Solo toca la puerta y te abrirá.

Antes de que pueda agradecerle, el chico a vuelto a salir corriendo de su vista como si alguien lo estuviera persiguiendo.

Se acerca a la iglesia que le indicó y toca la puerta. Duda que alguien vaya abrirlo porque no hay ninguna luz prendida, aún así puede ver a un hombre asomarse del otro lado.

—¿Hola?

—¿Puedo quedarme a dormir aquí?

El hombre lo ve de pies a cabeza.

—¿Qué edad tienes, cariño?

—Mañana cumplo once.

—Ya veo. Ven pasa.

El sacerdote le abre la puerta y se encarga de llevarlo hacia una puerta que dirige un pasillo. Abre la primera de las dos puertas del pasillo y lo lleva al interior.

—Sé que no es la habitación más lindo que hayas visto, pero puedes quedarte aquí.

—Gracias.

—¿Por qué estás aquí?

Aquella pregunta lo deja helado.

—Hice algo muy malo.

—¿Buscas que Dios te perdone?

—¿Por qué buscaría su perdón?

—Para no ir al infierno.

—¿Cómo puedo hacer que me perdone?

—Puedes confesar tus pecados si te arrepientes en serio y él te perdonará.

—¿Solo tengo que decirlo y ya?

—Sí.

—Bueno... Yo... maté a mi padre y me arrepiento de eso.

—¿Por qué mataste a tu padre?

—Él abusaba de mí. Me lastimaba mucho.

—¿Y crees que esa es razón para matar a alguien? Sabes que matar es un pecado muy grave, ¿no? Vas a cargar toda tu vida con el peso de su muerte. Dios no va a perdonarte tan fácil.

—Pero usted dijo que me iba a perdonar si me arrepentía.

—Lo sé, pero no pensé que sería tan grave, niño. El Señor va a castigarte por toda tu vida y tendrás que aceptarlo si no quieres ir al infierno, ¿lo entiendes?

—Sí, Padre.

Sweet Home [Dreamnotfound]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora