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Parte 3

A las cuatro de la tarde del martes, el timbre de la casa de los Liu fue tocado y Nunew abrió la puerta.

—¡Mamá! —gritó Yeji, abrazándolo, y el omega sonrió mientras la tomaba en brazos.

—Hola, Nunew...

La voz de Zee provocó un escalofrío por su espina dorsal y Nunew levantó la mirada, observándolo sonreír ampliamente. Zee estaba... muy guapo, apreció: se habían formado unas arruguitas en el borde de sus ojos por la sonrisa y el cabello le había crecido un poco, curvándose en las puntas. Le costó mucho no extender su mano, acariciarle la nuca, enredar sus dedos en sus cabellos y tirarlo para darle un beso.

En su lugar, se hizo a un lado para darle la pasada.

—Entra, la señora Liu no está y estoy solo —le dijo—, puedes esperarme en la cocina, con Yeji, o pasar a la casa y prepararla para el paseo en lo que terminó de limpiar. Los cachorros hoy salen tarde por sus talleres.

—Voy a esperarte en la cocina.

Asintió y Zee recibió a Yeji de vuelta, yendo hacia el lugar que Nunew le indicó. Mientras Nunew terminaba de limpiar la cocina se puso a platicar con el alfa, que le contó cómo le estaba yendo en el trabajo esos últimos meses. Una vez acabó, diez minutos después, fueron a la casa del omega para cambiarle ropa a Yeji y que saliera con su bicicleta de madera a andar por el parque, con ellos vigilándola muy de cerca.

—Le regalaste al final el skate a Nat —dijo Nunew con reprobación—. Ayer llegó con eso y quiso mostrarme lo que aprendió, ¿sabes qué pasó?

—Ooooh...

—De los veinte intentos, se cayó en diecinueve y terminó con las rodillas sangrando —el omega seguía con su gesto indignado y Zee miraba al suelo, avergonzado—, aunque no dejaba de reírse con cada nueva caída.

—También se cayó varias veces cuando lo probó conmigo —dijo Zee—, le servirá, Nu...

—Mmmmmhn.

Nunew fingió estar molesto, a pesar de que el regalo realmente no le molestaba. Si era lo que Nat quería, pues estaba bien. Pero le gustaba mucho ver la expresión de cachorro apaleado de Zee.

Cruzaron la calle con cuidado, Yeji en medio de los dos. Una vez entraron al parque, la niña anduvo con un poco más de libertad.

—El próximo fin de semana invité a los cachorros a pasear por Central Park en bicicleta —dijo Zee—, si quieres ir...

No pudo evitarlo, pero recordó una de las muchas citas que tuvieron: salir en bicicleta a recorrer la ciudad. Era algo que hacían una vez al mes, recorriendo parques, puentes o playas; a ambos les gustaban esas citas poco convencionales.

—¿El sábado? —consultó Nunew.

—No, el domingo —Zee aclaró su garganta—. El sábado tengo... um... Quería preguntarte algo, Nunew.

El omega se detuvo para mirar mejor las mejillas arreboladas de Zee, la sonrisa tímida, la forma en que dos mechones de sus cabellos, caídos en su frente, parecían formar un extraño corazón.

—¿Sí?

—Pues... —Zee ya no parecía el alfa de treinta y siete años que era, el alfa padre de cuatro niños, con un importante puesto en una compañía. Se veía como ese alfa adolescente que le habló por primera vez, enrojecido y tartamudeando sin control—, pues la otra vez, en California, dijiste que podía... podía cortejarte...

—Sí, lo dije —contestó Nunew, echándole un vistazo a Yeji, que dejó su bicicleta para ir al cajón de arena que había en el parque.

—Entonces, yo quería, um, como que se me ocurrió... Claro, si tú quieres...

🐺FOUR SEASONS🐱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora