Capítulo 44

1.2K 113 14
                                    

La mañana siguiente después de que llegáramos a Ushuaia, Lucas se enfermo. Él se había quejado toda la mañana entre lagrimas por estarlo porque solo estaríamos unos pocos días de viaje, y su resfriado duraría más o menos una semana. Por suerte lo acepto rápido y se fue a dormir, no sin antes decirme que cuidara a Lola.

Nos abrigamos un poco antes de salir del hotel e intentamos caminar por las espinadas calles sin resbalarnos por el hielo. En todo el camino no aparté mi vista de Lola ni tampoco de su cercanía. Desde lo que paso entre nosotros en su casa ‐solo besos en el cuello, nada más -, quería estar más tiempo con ella como si el tiempo se fuera terminar mañana. No sé porque, pero sentía que si me separaba de ella mucho tiempo iba a pasar algo malo.

—¿Te puedo sacar una foto? —me pregunto Lola, haciendo que la mirara. —Es para nuestro álbum.

—Bueno, dale.

Nos sacamos un par de fotos para seguir caminando en búsqueda de un lugar donde ir a comer. Al final me decidí llevarla a Lola a la "Taberna del Viejo Lobo" donde apenas entrabas había esculturas de presos con el antiguo uniforme amarillo y negro. Cuando entramos al elevador para ir al piso de arriba donde estaban las mesas, una voz comenzó a relatar la historia de la cárcel del Fin del Mundo. Una de la más famosas de nuestro país.

—¿Y que querés hacer después, Lola, Lola?

—¿Hacer qué?

—Me refiero si querés ir a un lugar en específico.

—No.

—Entonces no se va a arruinar mi sorpresa.

Había reservado tres lugares para un barco que nos llevara a la isla de los pingüinos, pero como Lucas estaba enfermo solo seríamos Lola y yo.

—¿Qué sorpresa?

—Te tengo una sorpresa.

—¿Cual es?

—No puedo decírtelo porque sino no sería una sorpresa.

—¿Es una tableta gráfica?

—No.

¿Y si le compraba una también? No. Bautista ya le había dado una y encima personalizada. No podía superar eso y me molestaba un poco.

—¿Un peluche de pingüino como este? —extendió su brazo donde tenía el peluche que le regalé en el puente.

—¿Por qué te compraría otro si ya tenés uno?

—Padre me compra tres cosas iguales de todo.

Lola salió del elevador y se quedo mirando el mapa que estaba cerca de la entrada. El lugar parecía estar un poco lleno, pero por suerte conseguí una mesa. Nos sentamos y unos varios segundos nos trajeron el menú. Estaba por abrirlo cuando me llegó un mensaje de Lucas.

Lucas
Tráeme chocolate y pasa por la farmacia a comprar pastillas para el dolor de ovarios.

Rodrigo
¿Y para qué necesitas pastillas si no tenés ovarios?

Lucas
Son para Lola, pelotudo.

A veces no conecto ninguna neurona.

Lucas
También cómprale toallas sanitarias que me olvide comprárselas en Buenos Aires.

Rodrigo
Bueno, seguí descansando.

—Si cambiaran la tipografía del menú se vería mejor.

Levanté un poco la cabeza para mirarla. Lola en vez de leer el menú parecía que esta viendo su diseño.

—¿Que pensas del diseño, Rodrigo?

Lola, Lola ; Rodrigo Carrera, CarreraaaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora