Capítulo 52

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Iván

Lucas se intentó acomodar la corbata cuando salimos de la comisaria, pero no le salía bien el nudo. Me acorde que quien se lo hizo antes de su fiesta de cumpleaños fue su hermana. Lolita comento una vez que su padre se lo enseño –por el uniforme-, antes de irse a una escuela de monjas en Alemania en la solo estuvo dos años y de la que tuvo que volver a Argentina por comienzos de la pandemia. Me acerque en silencio para poner mis manos sobre el cuello de su camisa. El bajo los brazos y nos quedamos mirando por no sé cuánto tiempo. Corte el contacto para terminar de acomodarla bien la corbata.

—Te entrañe, Iván, ¿sabías?

Me quede callado.

—¿Cómo...? ¿Cómo esta Rodrigo?

¿Cómo se lo decía?

—Esta grave, Lucas.

—¿Qué tan grave?

—Intestaste matarlo.

—No quería matarlo...no sé qué me paso.

—Le pegaste fuerte la cabeza, ¿sabes lo perjudicial que es eso?

—Emilia me hizo entender un montón de cosas. Entre todo que me equivoque.

—¿Qué fue lo que les paso? Ustedes eran inseparables.

—Fue mi culpa. Tuve que entender que Rodrigo se enamoró, pero distorsione las cosas y pensé cualquiera. Rodrigo no se merece lo que le está pasando.

—¿Por qué conociéndolo tantos años pensaste que la lastimaría a tu hermana? La ama tanto que se resiste hasta a besarla si ella no le dice que sí.

—¿Siempre le pregunta para besarla?

—Le pregunta hasta si puede tocarle el pelo.

Lucas se quedó callado por varios segundos.

—Me refleje.

Lo miré, confundido.

—¿Cómo que te reflejaste?

Lucas asintió con la cabeza. Note que sus ojos comenzaron a brillar. Estaba al borde de las lágrimas.

—No quería que lo supieras nunca porque tenía miedo de que no me mires como antes, pero entiendo que me hace mal no decirlo. No haberlo tratado con un profesional.

—No entiendo Lucas, ¿Por qué te miraría diferente?

—Fui...abusado.

Él se cubrió la cara con las manos. No sabía cómo reaccionar a lo que me dijo. Nunca imagine que justo a él le haya pasado algo así.

—Me da vergüenza esto... —susurro con la voz quebrada.

Sin decir ninguna palabra, lo abrace, sin querer pensar mucho en lo que me dijo porque si lo hacía iba a explotar e iba a buscar a la persona que le hizo eso a Lucas.

—Decime quien es —le pedí, separándome un poco del abrazo.

—¿Y para qué querés saber eso?

Estaba seguro que Emilia debía conocer a alguien que no dudaría en ensuciarse las manos por un precio.

—¿Lo denunciaste? —le cuestioné, aunque algo me decía que no lo hizo.

—No la denuncie.

Lo mire, extrañado.

—¿Fue una mujer?

Tenía muchas preguntas, pero ninguna era adecuada para hacérselas. Entonces decidí quedarme callado.

Lola, Lola ; Rodrigo Carrera, CarreraaaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora