Capítulo diecisiete

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Iván no me dejaba de repetir que yo era un boludo por no decirle a Lola que también sentía amor por ella, pero aunque le explicará a él porque no era fácil para mí hacerlo no iba a entenderlo.

—No puedo estar con ella, Iván.

—¿Por qué no?

—Lucas.

—Estoy seguro que él nunca se enojaría si le contarás lo que te pasa con Lola.

—¿Cómo estarías vos si yo empezara a salir con tu hermana? Además ella no gusta de mí, no esta enamorada de mí, no le atraigo.

—¿Y cómo lo sabes? Te dijo que sentía amor por vos, Rodrigo. No seas pelotudo.

—Ella ni siquiera esta en nuestro mundo, Iván.

—No sé mucho de eso, pero cómo vos dijiste ella es capaz de sentir amor.

—¿Y si me ve como un hermano?

—¿Y si le preguntas en vez de hacerte la cabeza?

—Amor puede significar muchas cosas.

—¿Y por qué ella esta segura de lo que siente por vos y no por Bautista?

—No lo conoce los años en que me conoce a mí.

—¿Sabes que pienso? Que no la querés como vos tanto decís.

—¿No escuchas lo que te digo, Iván?

—Si la quisieras arriesgarías todo por ella.

—Mi amistad con Lucas es más importante.

—También si lo quisieras a él no le mentirías.

Me quede callado al no saber que decir. Tenía razón, pero no me entendía. Nadie me entendía y dudaba que Lucas lo hiciera, que hasta la misma Lola.

—Lola no es cualquier mina, Iván.

—Ya sé.

—Y dudo conocer a una persona igual a Lucas.

—Lucas tampoco es cualquier pibe.

—No quiero perder a ninguno de los dos.

—¿Y que vas a hacer?

—Nada.

—Te va a ser mal guardarte todo.

—¿Y vos que harías en mi lugar?

—Intentaría chamuyarme a Lola.

—Y porque no lo intentas —dije, enojándome.

Iván me miro por unos minutos sin decir nada y suspiró. Caminó hacía un lado de la habitación para agarrar su celular.

—¿Que estás haciendo? —le pregunte, confundido.

No me contesto. Después de escribir algo levanto la mirada hacía mí.

—Tengo una cita con Lola.

—¿Que?

Iván se encogió de hombros.

—Te dije que otros podían intentarlo.

No podía creer que en serio estaba haciendo esto.

—No podes, Iván.

—¿Por que no? Lola me dijo que sí.

Me mostró la pantalla de su celular. La invito a salir y ella le dijo que sí, ¿Cómo Iván tenía su número de teléfono?

—¿No dijiste que no ibas a ser nada, Rodrigo?

Tragué duro. Clavando mis uñas en mis palmas con fuerza.

—Si, es lo que voy a hacer.

—¿Entonces esta todo bien?

—Más que bien —dije, entre dientes.

Me crucé de brazos y no pude hacer otra posición más que esa. Me fui de la casa de Iván con una cara de pocos amigos. No podía disimular mi descontento con él.

—¡Rodrigo! —gritó Lucas, cruzando la calle casi corriendo con el bebé en brazos.

—Hola Lucky.

—¿Estás enojado?

—No.

—Parece que sí.

—Solo necesito un energizante.

—Puedo darte uno. Íbamos para casa.

No quería ver a Lola después del sueño que tuve anoche con ella donde me pedía un beso. Siempre tenía esos sueños, pero esta vez se sintió real. Cuando me desperté hasta dude de que sea un sueño, pero lo era.

—Bueno, dale.

—Lola va a salir con Iván —comentó. —Iván me pidió permiso recién.

—¿Y que pensas sobre esto?

—Iván es un chico bueno, fachero y puedo confiar en que la va a cuidar. Estoy diciéndole que tiene o no que hacer con ella para que no la asuste de nuevo.

Me parecía bien que hiciera eso, pero también me sentía mal porque decía eso sobre Iván y no sobre mí, que yo sabría mejor como no asustarla.

—Crucemos antes que el semáforo se ponga en verde, Lucky.

—¿Rodrigo Carrera? ¿Lucas Di Bianco? —nos llamo una voz atrás de nosotros.

Era una señora grande que apenas reconocí. Nuestra profesora del secundario, la señora Baldini. Su cabello ahora era blanco y usaba muletas. Ella nos sonrió dulce mientras se acomodaba los lentes circulares. Su mirada se detuvo en Lucas que cuando la vio comenzó a abrazar más al bebé como si se lo fueran a quitar.

—¿Y ese lindo bebé? —pregunto la señora Baldini, enternecida.

—Es mi hijo —contesto Lucas, serio y alejándose unos pasos de ella.

Lo miré algo confundido por su cambio de actitud.

—Es hermoso como vos —dijo ella, sonriendo.

Lucas bajo la mirada y comenzó a temblar. No entendía que le pasaba.

—¿Cómo están chicos? Pasaron muchos años desde la última vez que los vi.

—Bien —conteste por los dos.

—Vámonos Rodrigo —me dijo Lucas, comenzando a caminar rápido hacía la calle cuando se puso el semáforo en rojo.

Me despedí de la señora antes de seguirlo. Intente tomarlo del brazo, pero movió el cuerpo para que no lo hiciera.

—¿Lucas que te pasa? ¿Por que le hablaste así a esa pobre señora? Era nuestra profesora del secundario, la señora Baldini.

Lucas se dio la vuelta, dejándome sin habla. Los ojos se le habían puesto rojos y soltó un chillido. Estaba llorando.

Lola, Lola ; Rodrigo Carrera, CarreraaaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora