Capítulo 66

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Emilia

Me senté a su lado en el sillón e inmediatamente se hundió el almohadón. Noté que miraba. Santiago era tan obvio, pero lo ignoré como solía hacer desde que nos rencontramos. Mientras los demás tomaban cerveza, yo tomaba agua porque estaba a nada de dar a luz y lo que menos quería era dañar al bebé. Habré hecho muchas cosas malas en la vida, pero jamás dañaría a un niño.

—Entonces, ¿Lucas y vos terminaron?

Miré a Santiago con los ojos entrecerrados.

—Sí, termínanos definitivamente —sentí la necesidad de aclarar.

—Mal ahí…

—Funcionamos mejor como amigos.

—¿Y por qué volvieron?

—Yo si amaba a Lucas, pero puede ser que me confundí de amor y él también.

—¿Y están bien las cosas entre ustedes?

—¿Por qué querés saberlo?

Santiago se puso nervioso y admito que se veía lindo cuando se ponía así.

—Victorio.

—¿Victorio? —repetí con una sonrisa.

—Sí, Victorio necesita que sus papás estén bien.

—Y lo estamos.

—Joya, entonces.

—¿Lo preguntas solo por Victorio?

—¿Y por qué más lo preguntaría?

—Santiago te hagas el boludo.

—No me estoy haciendo el boludo.

—¿Te gusto o algo así?

Santiago se quedo callado.

—¿Después de mucho tiempo seguís pensando en mi?

—Sos inolvidable Emilia.

—Voy a ser mamá. No estoy en mi mejor estado físico, ¿y todavía te intereso?

—No me importa que seas mamá ni tampoco el físico, Emilia. No soy tan superficial.

—La mayoría de hombres tienen gustos superficiales. No me culpes de pensar que también lo tenés vos.

—Mira, puede que me hayas gustado por tu físico, pero conocerte traspaso eso y mucho mas. Estoy enamorado de Emilia. Estoy dispuesto a ser padrastro y eso es un montón para mí.

—Acabo de salir de una relación.

—Pero no lo amabas Emilia. No lo amabas.

—¿Y que te hace pensar que te amo a vos?

—No sé si amas, pero yo a vos te amo Mimi.

No aparté la mirada de la suya ni aunque sentí su mano sobre mi vientre.

—Sí me das una oportunidad. Te prometo que no te voy a fallar y que voy a ser el hombre que te mereces.

—¿Y como es ese hombre según vos?

—Yo.

No pude evitar sonreírle.

—Sos un boludo.

—Y vos sos hermosa.

Su mano que estaba en mi vientre la llevo a mi mejilla mientras se acercaba para darme un beso y no me negué en ningún momento porque en fondo deseaba sentir sus labios de nuevo.

Lola, Lola ; Rodrigo Carrera, CarreraaaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora