Capítulo 49

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Mayo 14, 2017.

Ruth

Cuando lo miraba de lejos en el secundario, me preguntaba cómo podía disimular que todo estaba bien. Parecía que no le afectaba lo que le paso, pero sabía que no era así. Yo misma había visto como lloraba en una esquina de un salón de clase después de que ella terminara con él. Estaba algo consciente cuando lo encontré, pero seguía bajo el afecto de quien sabe que le dio esa mujer. No la había visto, pero cuando escuché los gritos de él lo supe, porque ella también hizo lo mismo conmigo y quien sabe a qué otro estudiante más se lo hizo.

No imaginé estar consolando al hermano del fenómeno de Dolores y menos que después de eso pasemos tiempo juntos. No éramos una pareja, pero nos llevábamos tan bien que a veces nos dábamos besos o más que eso. Dependía en que situación nos encontráramos. Los fines de semana, cuando no estaba con el pelotudo de su amigo Rodrigo, venia conmigo a previas donde terminábamos drogándonos. Conocía a un chico que vendía pastillas y otros tipos de sustancias, y desde que Lucas conoció como se sentía olvidarlo todo –hasta lo que nos pasó-, comenzamos a hacerlo más seguido. Todo pagado por él.

No me había cuestionado nada de lo que hacíamos hasta que termine en el hospital por un dolor de estómago y el doctor dijo porque era provocado. Estaba embarazada. Eso me hizo darme cuenta de todo. Nos estábamos volviendo unos adictos. Apenas supe que iba a tener un bebe, decidí que iba a dejar los malos vicios, pero también pensé en él. Lucas tenía una hermana que en el futuro iba a depender de él, también tenía que dejarlo.

—Estoy embarazada —le dije, apenas termino de saludarme con un beso en la mejilla.

—¿Voy a ser papá? —sonrió genuino. —Mis viejos me van a matar, pero sé que lo van aceptar.

—No es tuyo. Ella tiene cuatro meses y nosotros nos juntamos hace dos nomas.

—¿Es una nena?

—Sí, tiene que tener un seguimiento más estricto porque por lo que consumí es posible que haya un riesgo o tenga una enfermedad o deformación.

—Espero que no te pase nada grave.

—Si me paso algo me lo voy a merecer.

Había pasado años molestando a Dolores por el simple hecho de era lo que nunca iba a ser, y recién ahora me daba cuenta del daño que le hice. Rodrigo me parecía un pelotudo –todavía me parecía un-, pero entendía porque me odiaba. Aunque hubiera dejado den paz a Dolores por Lucas, me sentía mal igual. Me imaginaba a mi hija en esa situación y no entendía como era que Lucas no me habría intentado golpear. En realidad, sabía que nunca le pegaría nadie, pero demasiado bueno y algo nos unía.

—Pero mi hija no se merece nada malo.

—Tampoco vos, Tini.

—Tu hermana me tiene miedo.

—Tenés tiempo de cambiar lo que hiciste.

—Vos tenés tiempo para dejar los vicios, Lucas.

—Yo no quiero dejarlo. Espero solo a los fines de semana para olvidarme de todo.

—¿Y Dolores? Cuando se mueran tus viejos, ¿Quién la va a cuidar? ¿Un adicto?

—No soy un adicto.

—Pensa en ella, Lucas. Sos su único hermano. La única persona que ella va a tener.

—¿Y desde cuando te importa mi hermana?

—Desde que ahora voy a tener una hija y pienso en que si ella estuviera en su lugar.

—No puedo. No quiero vivir con ese recuerdo en mi cabeza.

—Entonces denúnciala, ¿no tenés poder para eso? ¿la plata?

—Si tuviera ese poder lo usaría solo si le hacen algo a mi hermana.

—¿Rodrigo no sabe qué consumís?

—No, cuando nos vemos estoy limpio.

—Tenés que dejarlo, Lucas. También lo voy a hacer.

—No se si pueda.

—Si no querés decirlo vas a tener que vivir con eso.

—No es que no quiera denunciarla, Ruth. La policía se va a reír de mí. Escuché sobre casos así, no nos toman en serio.

—Tampoco a mí me tomarían en serio.

—Nunca dije lo contrario.

—Esa mujer merece pudrirse en la cárcel y que le hagan lo mismo que nos hizo todos los días.

—Para la justicia una mujer no puede hacer lo que nos hizo porque es más común que lo hagan hombres.

—Ni, aunque nos lo haya hecho un hombre tendríamos justicia.

—¿Lo vas a dejar?

—Si, por él bebé.

—Entonces también lo voy a hacer. Solo por Lolita.

—Está bien.

—¿Y quién es el papá de tu hija?

—Tiziano.

—¿Tiziano? ¿el hijo de la kiosquera?

—Ya se lo dije.

—¿y se va a hacer cargo?

—No.

—¿Por qué no?

—Piensa que no es hija suya porque ando con muchos.

—Pensé que le era mejor que eso.

—No importa, puedo sola con esto.

—¿Tu viejo lo sabe?

—Todavía no, pero se cómo va a reaccionar.

—Bueno, si te echa de la casa o algo así quiero que uses esta tarjeta —saco de su billetera una para dármela.

—No puedo aceptarlo.

—Quiero que la agarres, y que además te vayas a vivir a mi departamento.

—¿Tu departamento?

—Me lo dieron por mi cumpleaños a los 16, pero no lo uso. Te compro una cuna y vas a estar cómoda.

—Lucas ni siquiera es tu hija.

—Eso no importa.

Suspiré antes de agarrar la tarjeta, no quería hacerlo, pero lo necesitaba. Era obvio que mi papá me iba a echar de la casa como lo hizo con mi hermana mayor cuando se embarazo.

—Y acá están las llaves. Si te pasa algo envíame un mensaje.

—Gracias Lucas.

—No, gracias a vos por hacerme ver que mi hermana me necesita. Ella es lo que más quiero en la vida, y sin mí sé que alguien intentaría lastimarla. Si alguien le hace algo como me lo hicieron a mí...te juro que no me voy a quedar callado y con los brazos cruzados.

Lola, Lola ; Rodrigo Carrera, CarreraaaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora