TODESENGEL ━━ [FINALIZADA] 《79》

Kapitel vierzehn: Du bist mir wichtig

15 de febrero de 2018

Los párpados de Law vacilaron sin poder abrirse.

¿Qué era esa sensación tan húmeda en los labios? ¿Acaso alguien lo besaba?

Su seca garganta logró articular un quejido antes de arrugar el gesto en tanto se removía apartando la cara.

¿Qué rayos era ese peso sobre su cuerpo. Abrió los ojos de golpe dándose cuenta de que Bacon le lamía las mejillas y la boca también.

A esto, no tardó en unirse Oreo y Chewy, que apenas eran llevados a casa por los dos chicos que se habían contratado para cuidarlos desde las cinco de la tarde del día anterior.

Ni Doflamingo, Rosinante o Jude estaban dispuestos a que la multitud en la fiesta de los Dulces dieciséis los pusiera nerviosos y ocurriera una desgracia.

Sintiendo que todo le daba vueltas, Law se sentó dándose cuenta que se hallaba acostado en la cama —aún vestido—, y con los pies colgando.

Dado que conocía la casa de los Donquixote como la palma de su mano, Law supo que se encontraba en la habitación de huéspedes (cuya puerta se había quedado abierta la noche anterior).

¿Qué había pasado?

Acudió a su memoria (no humana), y rememoró con precisión lo sucedido. Bebió con los hermanos Donquixote para intentar olvidarse de sus inquietudes, y bastaron pocas copas para que su frágil ser de carne y hueso —que jamás había probado una gota de alcohol—, cayera rendido ante los efectos.

Doflamingo y Rosinante, entre risas y tambaleos —debido a lo achispados que se sentían también—, lo llevaron a cuestas a la habitación de huéspedes.

Se sentó, aún siendo lamido por los perros que jugueteaban sobre el colchón de la cama. Escuchó voces. Quizá era Jude y sus amigos en busca de los mencionados caninos que a lo mejor habían salido corriendo por toda la casa, reconociendo los nuevos olores que fueron dejados durante su ausencia la noche anterior.

A Law le gustaban los perros, y había aprendido mucho sobre ellos. Era gracioso que no supiera mucho sobre los humanos a excepción de su comida, y esas maravillas arquitectónicas que siempre se detenía a apreciar en distintos lugares del mundo.

Pero, a él, lo que le interesaba en ese momento era recordar, así que cerró los ojos para visualizar todo como si estuviese pasando en ese momento.

—Tú sí que no aguantas nada, hijo —le dijo Rosinante, que era ayudado por Doflamingo a despojarlo de la americana.

—Venga, Law, que han sido apenas cinco copas y ya estás fuera de combate —comentó Doflamingo, ufano,

—Perdón, es la primera vez que ingiero alcohol —admitió él, en su estado de ebriedad—. Había sido abstemio toda mi vida... hasta esta noche.