TODESENGEL ━━ [FINALIZADA] 《79》

Kapitel neunundzwanzig: Sie war mein Ein und Alles

18 de mayo de 2019

Las contagiosas risitas de Ross dejando un suave y dulce eco en el salón de estar, hacían reír a Mia y [Tn] que se hallaban de rodillas frente al sofá, donde lo habían acostado para hacerle cosquillas en la pancita.

Desde la llegada del niño, la casa se percibía menos gris y silenciosa; y, cabía decirlo; las cenas en familia eran mejores.

Nadie había dudado que el pequeño Ross fuese hijo de Jude, mucho menos cuando éste era la viva imagen del orgulloso abuelo que lo fue aún más, cuando recibió los resultados positivos de la prueba de paternidad.

Tía Mia se había encargado de llenar el armario de la criatura con tanta ropa y zapatos como para que no repitiera atuendo en meses. Estaba enamorada de la inocente cosita que a veces pedía dormir con los tres perros en la cama. Los caninos lo adoraban pese a que no había pasado ni un mes desde que le conocieron.

Doflamingo, que sonriente bajaba por las escaleras observando el momento de juegos, se dijo que Ross era lo mejor que le había pasado a la familia en tiempos oscuros. De igual modo, miró a Rosinante al otro lado del salón de estar, quien no desviaba los ojos de sus dos hijas y el pequeño que no paraba de reír.

Pasó junto a las chicas y la criatura que ya se había ganado su corazón, agradeciendo porque tal regalo hubiese llegado. ¿Cuándo había sido la última vez que vio reír a [Tn], y cuándo fue la última vez que ésta abandonó su encierro por cuenta propia? Asimismo se preguntó: ¿cuándo fue la última vez que vio a Mia así de relajada? Después del tiroteo, Ross venía a ser como una brisa refrescante en una casa que se había transformado en un cementerio.

—¿Qué hay de nuevo, abuelo? —se mofó Doflamingo acercándose a Rosinante, que se encontraba apoyado de espaldas contra el Steinway & Sons, sorbiendo de una copa de vino tinto a medio terminar.

—No vas a dejarlo ir —murmuró Rosinante sin poder suprimir una sonrisa—, ¿cierto, tío abuelo?

Doflamingo rio por lo bajo en tanto se sentaba en el taburete de piel frente al piano.

—Que no es el fin del mundo, hombre —dijo Doflamingo—, solo te has vuelto viejo.

—¿Ah sí? —replicó Rosinante, jocoso—. ¿Tengo que recordarte que eres dos años mayor que yo?

Doflamingo soltó una risa maliciosa.

—No es el fin del mundo, pero sí el principio del fin —dijo, antes de comenzar a toquetear las teclas del Steinway dando inicio a un cover que a Rosinante le pareció demasiado conocido.

—¿Y tocas algo de Carmina Burana mientras lo dices?

—«O Fortuna» —murmuró Doflamingo, que echó la cabeza hacia atrás entregándose a sus pensamientos para nada relacionados con la edad; sino, con todo lo que había estado guardando para sí desde que aquel que se hacía llamar Ezra se presentó a su oficina.