Introducción

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En la negrura del vacío, dos preciosos ojos refulgentes y misteriosos destacaron en tanto eran elevados con lentitud, frente a las gigantescas puertas rojas del gran salón

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En la negrura del vacío, dos preciosos ojos refulgentes y misteriosos destacaron en tanto eran elevados con lentitud, frente a las gigantescas puertas rojas del gran salón. Cuando éstas se abrieron, provocaron eco en las infinitas paredes del más allá.

Con paso lento y ceremonioso, se enfiló por la alfombra de tinieblas en la cual podría peregrinar perpetuamente, si no hacía uso de su poder para invocar el velo que lo conectaría con el mundo de los humanos.

Bastante había dormido ya, y ahora era su turno de segar aquellos nombres que con siniestro brillo grisáceo aparecían en su transparente lista.

Inexpresivo, observó como dicha lista se enrollaba hasta convertirse en un pergamino blanco y fluorescente que penetró en su sien derecha.

Los susurros de muchas historias detrás de cada identidad ahora le carcomían los tímpanos.

Algunas, eran trayectorias felices y llenas de metas cumplidas; otras, simples tragedias y existencias que conocerían un fin que solo dejaría atrás un mar de arrepentimientos.

Después de haber dormido por quinientos años, descubrió que todo seguía tal cual antes de haber cerrado los ojos tras su jornada anterior; no sentía nada. Solo esa sensación de que algo faltaba, como la pieza de un rompecabezas.

Era estúpido, y lo sabía. Un ser como él, no tenía que acarrear nada consigo; excepto la necesidad de cumplir con su trabajo como el mensajero de la muerte.

Sandeces. Él, era la muerte.

El rostro, huesudo y perenne, se inclinó con parsimonia siendo casi cubierto por la capucha de su larga túnica, mientras que los dedos, alargados y pálidos, de los cuales sobresalía una letra entre los nudillos de cada uno, se elevaron haciendo un agraciado gesto en el aire, cual caballero noble saludando con galantería a una dama.

Una capa de gran finura ondeó enfrente suyo. No demoró en dar el primer paso, y el siguiente, siendo consciente del cambio en su entorno.

Ya no había paz y tampoco silencio. De ese lado, solo existía agonía y desesperación. Él estaba ahí para aliviar las cargas de aquellos que no verían un día más en el reinado de la peste negra.

Caminó entre los callejones oscuros, ofreciendo su mano a una y tomando la de otro. Estaba acá, pero también allá, y mucho más adelante y asimismo atrás. Cerca de la plaza, en los barrios bajos y de igual modo en las residencias mas nobles.

Era uno. Era muchos. Era todos, y también era nadie.

Se desplazaba por todo el sitio antes, durante, después, al mismo tiempo, y sin tiempo.

Allá en las ruinas de una iglesia donde las campanas doblaban en las torres altas, un anciano se encontraba contemplando la negrura de ese cielo que parecía haberlo olvidado.

Debía saberlo. No había sido bueno. No como lo dictaban aquellos mandatos que se le enseñaron cuando era un niño. Pocas buenas acciones no lo salvarían, era consciente de ello.

TODESENGEL  ━━ [FINALIZADA] 《79》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora