Ese perro

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En cuanto Katherine recién sale del foro, su editor se encarga de llevarla a la que será su casa por un tiempo.

Al llegar al lugar se queda pasmada, no esperaba un lugar tan lujoso, es demasiado para ella. Preferiría un sitio más pequeño, acogedor.

La casa es modesta a comparación de la mansión de Karl. Aún así no deja de ser bella y sofisticada. Es de dos plantas con unas escaleras de madera y está decorada con muebles minimalistas, además cuenta con una excelente iluminación.

—Es bonita... —Finalmente dice Katherine.

—Lo es, te acostumbrarás rápido.

Katherine, mientras recorre la casa de pronto escucha unos ladridos afuera en el patio trasero, al salir al jardín encuentra a un perro labrador de color dorado. Aún es un cachorro.

—¡David! —llama a medio grito a su editor.

Él llega hasta ella.

—¿Qué pasa?

—¿Y este perro? —pregunta confusa.

—Se me olvidó mencionartelo. Adopte a este perro para ti, y ni me hagas esas caras que ya no puedo devolverlo, sería demasiado cruel.

—Sabes que no quiero a un perro. No debiste tomarte ese atrevimiento.

—Lo sé muy bien. Y si tuve el atrevimiento, ya debes de empezar a soltar tu pasado... Ya deja de torturarte. Esto te ayudará.

Ella se queda sin habla, por un momento dirige su mirada al perro quien la mira con la lengua de fuera. Sus ojos y garganta se llenan de melancolía al recordar.

—Yo no podré David... —Expresa con voz quebrada.

—Lo cuidarás bien.

Después de está conversación David se marcha, y Katherine termina por instalarse en su nueva casa.

«Espero tener buenos vecinos y que no sean quisquillosos», piensa Katherine.

Los días siguen transcurriendo, Katherine se concentra en trabajar en su nuevo libro y en trabajar junto a otros guionistas en la adaptación de su antiguo libro para la serie. Han sido días agotadores para ella, además ese canino no se lo ha hecho más fácil, es un cachorro que constantemente pide atención. No le queda más remedio que acceder a sus caprichos, ocupando su mayor tiempo en él.

****************

Es una noche oscura, Karl recién regresa de su velada con su supuesta «prometida», llega al bar de su casa y lo primero que hace es servirse un trago, lo pasa de un solo sorbo. Presiona su quijada al terminarlo.

—¿Qué ha pasado? ¿Por qué has regresado tan pronto? —le pregunta su asistente Alan.

—Se cancela el compromiso...

—¿Por qué? —pregunta exaltado.

Suspira con pesadez Karl.

—Lo mismo de siempre. Es igual que las demás, solo quieren pasar el rato y dinero. No puedo pensar en algo serio a futuro con una persona así, por ello la terminé. Creí que está vez sería diferente.

—No sé que esperabas, sabías que Dailing es una chica superficial y mimada. Si buscas casarte deberías mirar hacia otro horizonte, dejar de concentrarte en cosas tan banales como la belleza.

Karl niega con la cabeza.

—Cada vez veo más lejos casarme.

—Tranquilo, encontrarás a la correcta cuando menos lo esperes... Bien me voy.

Alan se gira para irse pero antes se detiene y le pregunta una última cosa a Karl.

—¿Cómo es que lo tomó Dailing la ruptura? ¿Te hizo un drama?

—Al principio sí, pero al ofrecerle mi Audi no dijo más y solo tomó las llaves.

—De nuevo lo hiciste.

—Esa nunca falla.

Unos fuertes ladridos de repente empiezan a resonar hasta los oídos de Karl, él frunce el ceño al escuchar de nuevo esos tormentosos ladridos. Está harto, ya lleva una semana soportándolo, no lo dejan descansar en paz por las noches.

Está es la gota que derrama el vaso en su pésimo día.

—Ahhh —gruñe molesto y frunce aún más el ceño—, de nuevo ese perro, y que su dueña no se hace cargo. Ya llegué a mi límite de ser paciente, iré ahora mismo a resolverlo.

Karl no espera más y se encamina furioso hacia la casa de su reciente vecina.

—Por favor sé amable —le grita por la espalda y a lo lejos Alan, él suplica en sus adentros que lo sea, ya que sabe que cuando Karl está de malas no es nada agradable ni empático.

DE CEO A PROSTITUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora