Mientras nos amemos

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—¿Me estas diciendo que estuviste casada?

—Sí. Mira lo que te trato de decir es que siempre habrá imbéciles que digan ese tipo de comentarios, y no es que sean superiores, sino es que son personas inseguras que se sienten inferiores y que para tratar de estar a tu altura no harán nada por subir, al contrario harán todo por bajarte a ti para que estes a su nivel, en base de haciendote mierda. No lo permitas, no dejes que te digan de lo que eres capaz.

Dailing la mira con los ojos cristalinos.

—Kathe, pero que talento puedo tener yo, no lo tengo.

—Dailing si fuera así no te hubiera contratado, y si piensas que fue por el CEO ¡No!, creeme que me valió tres hectáreas su órden, la decisión la tome yo porque vi que tienes el talento que te nace desdé dentro. Confía en ti. ¿Entiendes?

Dailing aprieta sus dientes, nunca había estado más sensible, su menton está fruncido por el nudo que ahoga en su garganta. Sin saberlo Katherine la estaba liberando de las palabras duras que le decía su padre. «No tienes talento, no sirves para nada».

—Gracias Kathe —se acerca a ella y le da un acogedor abrazo.

Para esto Karl se marcha, se queda muy pensativo «Katherine ya estuvo casada, al parecer no fue nada sencillo».

Pronto entrara a una junta, misma dónde estara Katherine.

Ahora espera al ascensor. Cuando entra de repente entra Katherine con él, por un momento ella duda si subir junto con él, pero al final reflexiona, no tiene por qué huir, ese es su trabajo.

Karl al cerrarse el elevador solo dirige su mirada al frente sin siquiera verla de reojo.

«¿Le habré dejado de interesar después de saber que estuve casada? A ningún hombre le interesa estar con una divorciada, sería entendible», con tales pensamientos Katherine se le hace más difícil permanecer en ese estrecho lugar.

Un silencio oscuro invade la atmósfera, antes tanto se decían y ahora no se dicen nada, realmente parecen un jefe y una empleada, y eso duele para Karl. Cómo hace dias la sentía tan suya y ahora la siente tan ajena a él. Quería tocarla, sentir sus besos, sentir que lo amaba cómo él a ella. Que hubiera estado casada no cambia para nada su percepción sobre ella, la sigue amando igual o más. Porque tal vez ahora la entiende un poco más. «Debe tener miedo de volver a pasar por lo mismo», piensa él. Está hundido en sus pensamientos.

Los dos están distanciados de extremo a extremo. Él permanece con el rostro sombrío y ella con su aura seca, ella piensa que está de esa forma porque la odia. «Un largo recorrido», aún falta bastante para llegar al último piso del rascacielos.

—¿Por qué demonios nadie más entra? —Kartherine pregunta deseando que alguien entre y rompa con la pesada atmósfera que se cargan los dos.

—Eso es porque este ascensor es exclusivo del CEO —explica Karl siendo hostil en sus palabras.

—Que conveniente... —baja la mirada.

—Perdon, pero yo no te invite, tú solo pasaste.

—Me lo hubieras dicho.

—Nunca me das esa oportunidad ¿Sabes? Siempre actuas desmesuradamente.

Katherine levanta la vista haciendo una mueca.

—Claro CEO, usted siempre actúa correctamente.

—Tampoco hay que mentir para convivir. No es necesario escritora.

Ya ninguno dice nada, vuelven sus vistas al frente y el silencio oscuro de nuevo entra en vigor.

Karl inhala aire y después exhala. Katherine observa de reojo a su nuez marcada al exhalar, ese movimiento de su garganta hace que sienta tensión en su intimidad. Recuerda los instantes que él gruñía estando dentro de ella.

DE CEO A PROSTITUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora