Te extrañé

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Karl es por quien Peiton se detuvo, fue él quien lo atrapó de la correa. El perro ni se inmutó en ladrarle, pues el aura de Karl es más dominante.

Sin decir algo Karl y claramente con el ceño fruncido se quita el saco y se lo coloca cubriéndola de las miradas pervertidas de algunos.

—Vayamos a casa... —Karl le señala el camino a Katherine.

Ella no menciona nada, solo asiente. Por su cabeza rondan pensamientos «¿Qué hará él por este rumbo? Seguro debe de haber venido con una clienta», sin razón alguna le causa inquietud la duda, pero no es su asunto así que no pregunta nada.

Llegando a casa Katherine lo invita a pasar, se adentran a la sala. Por su parte el canino se va a descansar arriba.

Ella exhala cansada.

—¿Qué fue lo que ocurrió? —le pregunta Karl.

—Bueno, técnicamente hacer el ridículo es mi don...

—¿En serio? —«Si supiera que se ha acostado con su jefe por equivocación, ¿qué diría?», piensa Karl.

—Ay ya, este perro miró la puerta abierta y no desaprovechó la oportunidad, dijo de aquí soy... Como sea, gracias por ayudarme.

Karl tensá una sonrisa «Entonces aquí hay dos perros», luego mira alrededor y suspira.

—No es nada, solo ten más cuidado.

—Sí...

En el ambiente se siente un poco de tensión. Katherine nerviosa da un paso adelante pero si querer termina pateando la caja de los consoladores provocando que algunos vibren, el terror de sus ojos muy abiertos no acaba ahí, sino cuando Karl mira hacia dentro de la caja. Los movimientos feroces de la caja captan toda la atención de él.

Karl arquea una sonrisa de satisfacción. Katherine lo mira estática.

—¿Y esto? —pregunta Karl curioso.

Ella se ha ruborizado hasta las orejas.

—Me he quedado sin ideas para seguir escribiendo, es por ello que... —Se encoge de hombros—. Ya sabes.

Que sea de mente abierta no significa que no le de vergüenza.

—¿En serio creíste que con esto podrías reemplazarme?, solo tenias que llamar, ¿o temías volverte adicta a mí?

Katherine enchina los ojos, cruza los brazos y flexiona una pierna.

«Ay pobre perro, ¿que se creé este?», piensa ella en sus adentros.

—¡Oye! —le habla Karl escandalizado.

«¿Pensé en voz alta?», frunce el ceño nerviosa.

Él se ha percatado que ella tiene una herida en su rodilla, sin esperarse la lleva a la cocina y la toma de la cintura y la sienta en la isla, luego se dispone a buscar algunas cosas, ella se pregunta que está haciendo. Cuando al fin vuelve trae con él un kit de primeros auxilios.

—Tienes una herida... —procede a sacar los elementos.

—Ohh, creo que debí provocármelo con algún arbusto, no es tan grave ¡Ouh! —gruñe del dolor, él sin previo aviso le ha limpiado con alcohol—. Me duel...

No termina de hablar cuando él se inclina y le sopla en la herida.

—Espera, dejara de doler...

Su aliento fresco a ella le ha hecho que se le esparza una onda de calor por todo su cuerpo, sin querer aprieta su feminidad «¿Él sentira lo mismo?», se pregunta.

DE CEO A PROSTITUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora