Es domingo

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Los días han pasado, aún falta un dia para el domingo. Toda la mañana Karl ha estado lleno de trabajo, propuestas de diferentes ejecutivos no le han dejado de llegar. Sin Alan el trabajo se le vuelve imposible de terminar. Decide darse un descanso para almorzar, pero al ir caminando por los pasillos se encuentra a una humana de chillona voz, él sin evitarlo pone los ojos en blanco.

—¡Karlsito! —le grita la mujer a unos metros de distancia acercándose a él.

—¡Dailing! —expresa arqueando una gran sonrisa— ¡Que disgusto verte!

—¿Por qué tienes que ser tan desagradable?

—Bueno, eso depende de con quien este. Dime, ¿que se te ofrece? ¿Por qué sé que no estás aquí porque me extrañaras?

Ella gruñe.

—Quiero participar en la nueva serie.

—¿Y?

—Pues quiero que me ayudes en que me den un papel...

—Eso no es conmigo, habla con los productores, ah y con la escritora, es ella quien verdaderamente lleva el mando.

—Ya lo hice, pero se negaron.

—Entonces no hay nada que hacer —Karl prosigue su camino.

No obstante, Dailing no se da por vencida, lo sigue por detrás.

—Si hay que hacer, tu eres el jefe de todos. Además aún me debes un favor, tu abuela sigue pensando que estamos juntos.

Karl se detiene y alza su labio inferior y arruga un poco la nariz de desagrado.

—¿Me sigues molestando? ¿En serio crees que me afecta lo que opine mi abuela? Yo soy el dueño de mi vida, ah y de está empresa. Así que ya ¡Largo! —ya le dice con el rostro enrojecido.

—Karlsito —le dice con voz suave—, necesito trabajo. Mi papi me tiene castigada y sinceramente ya no lo soporto. Necesito dinero para independizarme.

Karl cierra los ojos dandose por vencido.

—Trataré... —«Con tal de no volver a escuchar que me llame así».

Dailing brinca de la emoción.

—Gracias, gracias... —se marcha al obtener lo que quería.

«¿Por qué simplemente no vende el auto que le dí?, fácilmente se compraria un departamento».

Karl al fin llega al comedor comunitario de la empresa, pensó que sería más sencillo y rapido comer aquí, así volveria más rapido a la oficina.

Pero a unos minutos de estar en el lugar no tarda en arrepentirse y mejor se marcha a un restaurante.

Los empleados lo observan atentamente sin apartar la mirada.

«Ves, te dije que no tardaría en irse», cuchichean algunos empleados.

...

En su gran mansión en un domingo por la tarde preparándose para irse, se coloca perfume y se arregla el más minimo detalle para salir perfecto. Karl es muy meticuloso en su aspecto.

De repente mientras se mira en el espejo de su habitación irrumpen la puerta.

—¿A dónde tan peinado? —pregunta Alan, quien acaba de llegar de su viaje.

—Oh, llegaste.

—Se nota tanto que me extrañaste... Ya, dime a dónde vas.

—Pareces mi esposa... Con Katherine. Tengo una cita programada con ella.

—¡No! Maldito puto —expresa boquiabierto—. En serio te has convertido en un prostituto. Y mira, vaya te éstas esforzando demasiado.

—Si voy a hacer el trabajo, lo haré bien. No hago cosas a medias.

—Quien te escuchara...

...

Al interior de las paredes de la casa de Katherine, ya se encuentran los dos en una mesa, pero ahora si comiendo, «comida normal».

—¿Cuál es tu nombre? —pregunta Katherine, ella hasta el momento no sabe su nombre—. Ay perdona, no debí preguntar, la app fue demasiada clara en ese punto, «la identidad del caballero de compañía no se debe revelar, por protección». Oye, no es que te vaya acosar —ella repela los parpados y cejas hacia arriba al decir esto último.

—Karl... —Dice sin tapujos, quiere ver su reacción al escuchar su nombre. «Tal vez quiero que me acoses», piensa en lo más profundo de su ser.

—¿Karl? ¿Ese nombre? —Kathe hace una cara de horror, de repulsión al escuchar el nombre—. Te llamas como el idiota de mi jefe —su voz es dura.

Karl frunce el ceño molesto, no se sabe si está molesto porque ella sin saberlo lo llamo idiota en la cara o si está molesto porque ella al escuchar su nombre puso una cara de horror, como si fuera el peor humano de todos. Ella toma el cuchillo y tenedor y parte con fuerza un trozo de filete, pareciera que se está imaginando que está partiendo a su jefe en trocitos, a Karl por supuesto.

—¿Tanto odias ese nombre? Puedo cambiarmelo si quieres. —Su voz es fría, sin un rastro de amabilidad. Pero si lo dice muy en serio.

Katherine levanta la cara, le sonríe y enchina los ojos, una sonrisa genuina de ella.

—Oh pero tu no eres igual, en ti queda bien. Es lindo Karl, claro si se trata de ti. —Su voz es suave—. De ahora en adelante cuando escuche ese nombre pensaré en ti y sonriré.

Y solo por esa sonrisa y palabras a él se le esfuma toda molestia y le perdona todo.

—Si es así mejor no me lo cambio... Y dime, ¿qué sabes de él?

Karl prosigue degustando su comida con tranquilidad. Según él muy disimulado fingiendo no estar tan interesado en su respuesta.

Continuará.



DE CEO A PROSTITUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora