El alma de un escritor

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—Si es así, mejor no me lo cambio... Y dime, ¿qué sabes de él?

Karl prosigue degustando su comida con tranquilidad. Según él muy disimulado fingiendo no estar tan interesado en su respuesta.

Ahora pasan a la sala para sentarse en el sofa y reposar.

—No mucho, lo único que sé es que se metió con mi historia, y pues con mi historia no, con mi historia no. Eso es como meterse con el alma del escritor, esto se volvió personal con él.

Y en serio que lo suyo con su jefe se volvió algo muy personal, solo que aún ella no lo sabe.

Karl escucha con atención a Katherine.

—Yo para aceptar que adaptarán mi historia para una serie, como condición pedí que cualquier cambio en la historia yo tuviera primero que darle el visto bueno, o sea que lo autorizara. Pero no, el señor se pasó por el arco del triunfo está cláusula del contrato. No sé si su asistente lo había puesto al tanto, pero igual en todo caso eso no se hace. Y ayer para rematar envío a su noviecita de voz insufrible para ocupar un papel en la serie, o sea, no me molesta la chica, al final me cayó bien e hizo un buen trabajo. Lo que me molesta es que se tome atribuciones que no le corresponden abusando de su poder, ¿qué se cree? Es un imbécil.

—Tal vez cuando lo conozcas cambies de opinión.

—Pues tal vez, pero hasta ahora no le he visto la cara y eso que es mi vecino.

—Deberias vengarte...

—¿Vengarme? No, yo ya no hago esas cosas, ya maduré. Ahora solo me concentro en la energía positiva.

—Por eso, vamos a dejarle buenas vibras a su casa...

—¿Qué?

...

Instantes más tarde demostrando su madurez y luz...

—¿Qué hacemos aquí? —le pregunta Katherine con los nervios de punta al estar frente a unos pasos de la piscina de su jefe.

—Darle una lección a tu jefe, él se metio en tu terreno, ahora nos meteremos en el de él. ¿Aceptas? ¿Te imaginas tú y yo ahí dentro, la inspiración que eso te traerá?

Eso suena muy tentador para Katherine.

Después de unos segundos de pensarlo...

—Bien, bien hagámoslo.

Karl arquea una sonrisa de triunfo.

—Al parecer no hay nadie en casa, aprovechemos.

Procede a acercarse a ella y levantarle la blusa y quitarle la demás ropa dejándola completamente desnuda. Ella se cubre con las manos en sus zonas intimas, pensar que su jefe los puede encontrar ahí desnudos la asusta. Karl se quita por completo la ropa solo así mismo sin el mas mínimo pudor. Extiende su mano a Katherine «¿Vamos?», le pregunta.

Katherine sin decir nada toma su mano.

Y sin más juntos saltan al agua.

Dentro del agua Karl la pega a su cuerpo sintiendo el roce de sus pezones erizados. Están piel con piel. La estrecha con sus fuertes brazos. Ella se deja llevar. Profundiza con un beso de lengua hasta envenenarle la garganta. Poco a poco baja sus grandes manos hasta las nalgas de ella. Acto seguido la sorprende al levantarla y sacarla del agua poniendola en la orilla y abriendole completamente las piernas hasta verle el alma.

El pecho de los dos sube y baja sin frenesí.

Karl no está en esa posición más que para únicamente explorarle con su boca y labios y sobre todo con su lengua.

—¿Por qué siempre me haces esto?

—Porque eres a la única que se lo quiero hacer.

Le succiona todos sus jugos.

Los músculos de las piernas de Katherine se tensan al igual que los dedos de sus pies por el furor del momento, su piel arde a otro nivel y más cuando él introduce sus dedos. No puede evitar gemir. Su espalda se arquea sobre el mojado piso de la piscina y sus senos están a la intemperie sin siquiera unas paredes que la cubran. Mientras Karl sigue adentro del agua embistiendola con sus dedos.

Karl saca sus dedos llenos de felicidad. Esto no puede sastifacerle más.

—¿Te gusta? —le pregunta Karl orgulloso, el sabe perfecto que sí.

—¡Lo que quiero es que ya me folles!

Sin más Karl la jala hacia dentro de la piscina y la pone de espaldas y contra la pared follandola por detrás de forma ruda y sin detenerse, se agarra de los perfiles de la piscina para sostenerse y no alejarse de ella durante sus embestidas. También besa y rasga con suavidad su oreja y cuello, así cantandole de muy de cerca sus gruñidos.

Katherine se olvidó por completo que está en la casa de su jefe, tanto que sus gemidos son casi gritos.

—¡Karl! ¡Salgamos de la piscina!

Y gritando su nombre consigue que por supuesto él se venga al instante. Ella lo siente como fuertes palpitaciones dentro de su vagina.

Quiere más, ambos. Pero Katherine se apresura a salir de la piscina. Karl hace lo mismo, pero no termina de vestirse cuando le coloca su saco a ella y la carga sobre su hombro. La sorprendió tanto que le robó el aire de su estómago, no dandole oportunidad de reprimienda.

—Larguemonos de aquí, no quiero que ese bastardo te mire desnuda.

El agua que escurre del cabello de Katherine y del cuerpo de Karl trazan un camino. Se nota que no estuvieron allí.

Finalmente salen por la puerta trasera que colinda con el pateo lateral de Katherine.

DE CEO A PROSTITUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora