Epílogo

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Cinco años más tarde...

Por Karl

La llegada de nuestro hijo fue el comienzo de nuestra vida como pareja, trayendonos hermosas experiencias y otras no tan agradables. Cuidar a un humanito, que es el primer nieto, sobrino, ahijado, y heredero no es sencillo. Demasiado consentido, sin embargo, el carácter fuerte de su madre lo mantiene sereno, por mi parte también lo consiento, pero sin excederme. Los límites son importantes, así como el tiempo de calidad y los buenos valores que le damos Katherine y yo.

Kathe y a mí nos gusta que sea independiente, que no se detenga, siempre lo motivamos por más mínima cosa de que se trate. Lo amamos demasiado. Tal vez en unos años más tengamos a otro bebé, deseo a una niña, no obstante seré igual de feliz si es otro varon.

~Recuerdo~

Recibí un gran golpe en la espalda de mi madre...

—Claro, cómo ellos no los tienen. Se les hace tan fácil pedirlos —me dijo con severidad mi madre, regañandome por sugerirle a Kathe que tuviéramos otro hijo. Es que se ve tan hermosa embarazada—. Aún recuerdo a tu padre, ¿podrás creer Kathe que ese infeliz me dijo; estoy cansado, después de que yo acababa de parir? Siendo que él solo había esperado sentado en la sala durante que yo me moría de dolor. Mi mente decía matalo, matalo mientras lo miraba recostado en el sofa.

—Ya, ya, mujer. Ya te he pedido perdón —le dijo mi padre.

—Sí, pero yo nunca lo olvidaré —afirmó mi madre.

—Pero yo no soy él, no te desquites conmigo madre —intente persuadirla.

—Karl fue atento, pero sí suegra, ellos no pasan por los dolores —mi mujer, no sé si ella me estaba defendiendo o uniendose a mi madre. Creo que inconscientemente encontré a una mujer parecida a ella de caracter.

Volviendo a mi presente Kartherine y yo estamos rumbo a su antigua casa que está ubicada en un pueblo. Está es la primera vez después de años de estar juntos que me la mostrara. Decidimos dejar a Karl, nuestro hijo, al cuidado de sus abuelos durante este viaje.

Hemos llegado.

Es una hermosa casa rústica, con un hermoso jardín lleno de flores y plantas. El aroma de los pinos que están por donde quiera en el pueblo resulta agradable.

Hemos ingresado a la casa, ya que afuera hace frío. En cada rincón se nota la esencia de Katherine. Se respira serenidad en el ambiente. Es claro que fue muy feliz aquí en esos años de soledad, es dónde se conoció así misma, antes de mí.

—Hanna ha mantenido muy bien cuidada la casa —me informa mientras se quita su abrigo—, ella es una señora que me ayudó a mantenerme alimentada en esos años de escasez —ríe con esa sonrisa que me fascina; su lengua depositada en sus dientes superiores y con esos ojos entrecerrados. Me llena el alma. Pero aunque ahora se ríe de esos momentos difíciles sé que fueron momentos llenos de tristezas. Me acerco a ella y la abrazo por la espalda.

—Te amo Katherine, gracias por atreverte a estar conmigo.

—Mmm, últimamente eres muy nostálgico. ¿No crees que se deba a algo?

Esas preguntas sin respuesta que me dejan ansioso, le encanta hacermelas. Solo asiento, no tardara de su propia boca en decirme la respuesta.

Ella se adentra a la cocina a preparar la cena, durante coloca su música favorita, no, mejor dicho la única canción que encontró en una exhaustiva busqueda en Spotify. Porque cuando encuentra una canción que le gusta y le revive cada fibra de su cuerpo y oído, no deja de escucharla por los proximos diez días, hasta que su cabeza no pueda más (por ende me la he aprendido del derecho al reves) cosas que amo de ella, que a lo mejor no sabe que las noto.

Terminamos de cenar, estamos a punto de irnos a la cama.

—Espera, tengo algo que darte —le extiendo un documento.

—¿Qué? ¿Son los papeles del divorcio? —me mira con una cara de preocupación, por supuesto que sé que es fingida.

—Ni lo digas en broma, abre la carpeta.

La abre y lee los documentos.

—Esto es... Los derechos de mi primera obra, de mi primer libro. Tuuu, los compraste —se le quiebra la voz y sus ojos se llenan de lágrimas.

—Sí amor. Al fin vuelven a su dueña.

—Otros esposos les dan joyas a sus esposas, pero tú... me devuelves un pedazo de mi alma.

—¿Tu esposo? —frunzo el ceño, me encanta cuando ella hace enfasis «esposo».

—Sí, mi esposo —expresa con orgullo.

—Perdon, pero también puedo darte joyas, y las más finas.

—No cariño, no van conmigo. Te amo Karl, hazme el amor...

Con esas palabras termino por acortar la distancia abrazandola a mí y proceder a besarla y hacerle el amor.

Juntos en la cama enredados en las sabanas blancas, yo sobre ella, con nuestras manos entrelazadas. Dónde las miradas profundas se conectan, dejando ver a traves de los ojos a nuestras almas que se unen en una sola. Los besos y las caricias suaves son lo que lo constatan. Cuando estamos en uno solo, se sienten las estrellas tan cerca...

—Karl, yo también te tengo una sorpresa. Seremos papás de nuevo, y es una niña.

Me dice con emoción Katherine. Sin mostrarle mi alegría con palabras, sino con acciones lujuriosas le muestro mi gran dicha.

DE CEO A PROSTITUTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora