Ninguno doncel en el mundo habría podido resistirse al atractivo sexual de Mingyu en aquellos momentos.
—¿Esta es tu idea de una recarga? —murmuró Wonwoo mientras mordía con suavidad su labio inferior.
El arcángel la rodeó con los brazos.
—El poder y el sexo siempre han estado relacionados. —Y a continuación, lo besó.
Wonwoo se puso de puntillas para intentar acercarse más. Los brazos de él la aplastaban contra su pecho y sus alas ocultaban el resto del mundo mientras el se aferraba a su camisa y trataba de no ahogarse con la sobrecarga de placer. Aquel polvo de ángel, erótico y afrodisíaco, parecía haberse colado por todos y cada uno de los poros de su piel para viajar por su cuerpo y acumularse en el lugar cálido y palpitante que había entre sus muslos. Poco a poco iba creciendo lo apretado de sus pantalones y invadía su sangre como una especie de marea de calor líquido.
—¿Cómo va lo de la regeneración de los poderes? —preguntó en un jadeo cuando él le permitió coger aire.
Los ojos del ángel todavía estaban oscuros, pero unas chispas eléctricas azules brillaban en sus profundidades.
—De maravilla.
Wonwoo se perdió en la furia de su siguiente beso. Bajo sus manos sentía un pecho duro, escultural, cálido. Quería acariciarlo, saborearlo, mimarlo. Alzó los brazos en busca del cuello de la camisa y deslizó una mano en el interior para tocarle el hombro. Mingyu reaccionó colocándole una mano bajo el trasero y alzándolo para frotarle la dura silueta de su erección contra la de Wonwoo. No había nada raro ni angelical en él en aquellos momentos. Era la encarnación de un hombre atractivo y extraordinario. Y fuerte, tan increíblemente fuerte que hacía que se sintiera caliente Por primera vez en su vida, Wonwoo no se vio obligado a contener su fuerza de cazador. Eso era algo que nadie sabía sobre los cazadores natos: eran más fuertes que los seres humanos normales y corrientes, más aptos para sobrevivir a un encuentro con un vampiro cabreado.
—Bien —fue lo único que dijo Mingyu cuando el le rodeó la cintura con las piernas. La sostenía como si no pesara nada, y su forma de acariciarla con las manos, con fuerza y confianza, resultaba casi igual de erótica.
—Besas bastante bien para ser un tipo con alas —murmuró en la intimidad de su boca. Lo cierto era que estaba a punto de volverlo loco.
—Y esa boca tuya volverá a traerte problemas. —Metió una mano bajo su camiseta y extendió aquellos dedos fuertes contra su columna, provocándole un estallido de asombroso placer—. ¿Te sientes coaccionado?
—Muchísimo. —Mingyu le había dicho la verdad sobre el polvo de ángel: sabía a puro sexo, pero no parecía haber afectado a su mente... al menos, no más que la lujuria que le recorría las venas.
Él cambió de posición en aquellos momentos. Continuó sujetando su trasero con una mano, pero deslizó la otra entre sus cuerpos para cubrirle un pecho. Wonwoo se sintió sacudida por una corriente eléctrica.
—No pierdes el tiempo, ¿eh? —dijo, interrumpiendo el beso para coger aliento.
—Los mortales no viven mucho. —Le pellizcó el pezón.—. Tengo que aprovecharme de ti mientras pueda.
—Eso no tiene gracia. Oh... —Le sujetó las manos mientras se cuestionaba algunas cosas. Jamás, ni una sola vez, se había colado por un vampiro, a pesar de que tenía contacto con ellos muy a menudo. Más de un cazador lo había ello... Joder, los vampiros antiguos no solo eran hermosos, también eran inteligentes y sabían con exactitud cómo complacer a un amante. Dmitri era el ejemplo perfecto.