—Me llamo Wonwoo—dijo con voz suave al tiempo que se preguntaba si el doncel se había dado cuenta de que estaba allí—. Ya estás a salvo.
Ninguna respuesta.
Wonwoo retrocedió un poco y miró a Mingyu.
—Necesita atención médica.
—Jongin la llevará con nuestro sanador. —Se acercó un poco, pero el doncel empezó a gimotear en cuanto atisbó las alas, y sus músculos se tensaron tanto que Wonwoo supo que tendrían que romperle los huesos para aflojarlos.
—No. —Se puso delante para bloquearle el campo de visión—. Tendrá que llevarlo uno de los vampiros. Nada de alas.
La boca de Mingyu se tensó, aunque el no supo si era a causa de la furia o de la impaciencia. Aun así, no tomó el control de la mente del doncel.
—Le pediré a Dmitri que venga. Él se encargará.
Wonwoo sintió un vuelco en el corazón.
—¿Quieres decir que lo matará?
—Tal vez eso fuera una bendición para ese chico.
—Tú no eres Dios, no puedes tomar esa decisión.
Mingyu lo estudió en silencio.
—No se le hará ningún daño mientras tú no estés.
El leyó entre líneas.
—¿Y cuando yo regrese?
—Entonces decidiré si vive o muere. —Sus ojos eran fuego azul—. Tal vez esté infectado, Wonwoo. Debemos hacerle análisis. Si lo está, su muerte será necesaria.
—¿Infectado? —El cazador frunció el ceño, pero luego sacudió la cabeza—. Lo sé: después.
—Sí. El tiempo pasa. —Inclinó la cabeza hacia la izquierda—. Dmitri viene de camino, pero no puede acercarse hasta que ya no suponga un peligro para el rastro de esencia. Deja al dondel: el líder de mis Siete siente debilidad por los inocentes que han sufrido violencia.
Wonwoo asintió tras escuchar aquella evasiva promesa y luego se inclinó hacia delante para hablarle al chico.
—Dmitri te ayudará. Por favor, ve con él.
El doncel no dejó de mecerse, pero ya no emitía aquellos gemidos y su cuerpo no estaba tan tenso. Tras rogar que Dmitri fuera capaz de llegar hasta el sin hacerle daño, Wonwoo regresó a la cerca de malla y pasó de nuevo al otro lado.
—¿Puedes inspeccionar el tejado? ¿Ver si hay algún signo de que él huyera volando desde allí? —Cuando Mingyu asintió y echó a volar, el empezó a rodear el edificio.
Al final encontró el lugar por donde había salido Minho en el costado derecho del almacén, a unos cuantos pasos de distancia de un agujero de la valla. Consciente de que Mingyu lo seguía desde lo alto, atravesó el agujero hacia la zona de hierba de un aparcamiento adyacente.
Las briznas estaban manchadas de sangre, como si Minho hubiese pasado la mano por encima. Encontró una pluma: una pluma brillante de color gris plateado con resplandecientes motitas ambarinas. Su delicada belleza era un insulto, una mofa a la sangre y el sufrimiento que había presenciado en
el interior del almacén. Tras reprimir el impulso de aplastarla, acercó la nariz para absorber el intenso aroma de la verdadera esencia de Minho. Un olor ácido, el olor de la sangre y algo más, algo que hablaba de... la luz del sol. Wonwoo se estremeció, se guardó la pluma en el bolsillo y siguió adelante. La esencia se desvanecía sin más en la parte central de la zona de estacionamiento.