Una hora más tarde, Wonwoo tironeaba de las ataduras que aseguraban sus brazos al sillón. Aunque lo único que conseguía era apretar las cuerdas que tenía alrededor de los tobillos.
De pies y manos. ¡Estaba atado de pies y manos!
Le habían puesto los brazos a la espalda y se los habían atado; la cuerda bajaba hacia abajo para rodearle un tobillo antes de cruzar al lado opuesto para asegurarle el otro. El toque final había sido volverle a subir la soga hasta las muñecas y rodearle la cintura. Estaba anclado a un enorme sillón que no tenía esperanzas de poder volcar.
—Puedo oler la sangre, Wonwoo —rugió Dmitri cuando volvió a entrar en el cuarto —. ¿Estás intentando coquetear conmigo?
Lo fulminó con la mirada al recordar lo mucho que se había divertido el vampiro al quitarle las armas. No había sido cruel. No, había sido la sensualidad personificada. Aquella maldita esencia embriagadora se había colado en su cuerpo como el afrodisíaco más potente del planeta. Aun así, Wonwoo había conseguido asestarle unas cuantas patadas... antes de que lo ataran, desinfectaran sus cortes y lo dejaran en lo que parecía un pequeño salón de las plantas superiores de la Torre.
—¿Cómo está Mingyu?
Dmitri se acercó a el. Se había quitado la chaqueta del traje color antracita y la corbata rojo oscuro, así que mostraba una camisa blanca impecable. Los botones superiores estaban desabrochados, lo que dejaba al descubierto un delicioso triángulo de piel color bronce. No era bronceado, pensó el. Era evidente que el vampiro procedía de algún lugar donde el sol era más cálido, algún lugar exótico y...
—¡Basta ya! —Ahora que estaba concentrado, pudo distinguir la sutil esencia con lo que él estaba acariciando toda su piel.
Dmitri sonrió... Una sonrisa que prometía dolor.
—No te estaba haciendo nada.
—Mentiroso.
—Está bien, confieso. —Se acercó aún más y se agachó para apoyar las manos en los brazos del sillón—. Eres muy sensible a mi aroma. —Cerró los ojos e inspiró con fuerza—. Incluso así, sudorosa y ensangrentada, tienes una esencia única que me hace desear darte un enorme e insaciable mordisco.
—No en esta vida —replicó el con voz ronca. Le estaba costando un enorme esfuerzo de voluntad resistirse a su lenta seducción. Había juzgado mal a Dmitri, ya que él no irradiaba poder como los otros vampiros antiguos a los que había conocido, y aquello significaba que era único en su clase... y probablemente muy capaz de librarse de los efectos de un chip de control.
Los cazadores habían muerto por proteger ese secreto, porque en ocasiones la desorientación momentánea de un vampiro, la creencia de que estaba atrapado e inmovilizado, era lo único que tenían. Durante aquel instante, los cazadores podían escapar o hacer más daño.
—¿Por qué estás tan obsesionado conmigo? —preguntó con descaro mientras apartaba de sus pensamientos el fallo fatal del chip. Por lo que el sabía, solo los ángeles podían leer la mente (y ellos no tenían motivo alguno para sabotear la efectividad de una de las armas más poderosas de los cazadores), pero no pensaba correr ningún riesgo—. Eres tan increíblemente atractivo... —Joder, aquello era cierto—, que seguro que las mujeres se arrojan sobre ti a cada paso que das. ¿Por qué yo?
—Ya te lo dije: tú haces que las cosas resulten más interesantes. —Sus labios se curvaron en una sonrisa, pero la forma en que lo miraba le recordó que en aquellos momentos no estaba muy contento con el—. Vivirás, ¿sabes?
—¿En serio?
—Hasta que completes tu trabajo, al menos.
Wonwoo lo observó con detenimiento. Era muy probable que Dmitri conociera cada detalle del trabajo, pero si no era así, el no pensaba contarle nada y cavar más su tumba.