Su cuerpo eligió aquel momento para empezar a temblar. La carcajada de Mingyu sonó ronca, varonil, de una forma que demostraba que era consciente de que lo había atrapado.
—El baño primero, creo.
—Creí que pensabas hacerte el difícil.
Él le acarició el cuello con un dedo e hizo que se estremeciera de nuevo, aunque aquella vez por una razón muy diferente.
—Solo quiero dejar claras las reglas antes de hacer esto.
Wonwoo obligó a sus pies a avanzar hacia el baño.
—Conozco las reglas. No debo esperar nada más que un revolcón entre las sábanas, nada de miraditas embobadas y bla, bla, bla... —Las palabras eran insolentes, pero había sentido un vuelco en el corazón. No, se dijo, horrorizado. Jeon Wonwoo nunca sería tan estúpido como para entregarle su corazón a un arcángel
—. ¿Vas a hablarme de es...? ¡Joder! —Había entrado en el baño—. ¡Es más grande que el dormitorio!
No tanto, pero casi. La «bañera» tenía casi el tamaño de una piscina pequeña, y el vapor que salía de ella era una sensual tentación. Había una ducha a su derecha, pero no tenía mamparas de cristal; lo único que delimitaba su área era una extensa zona de baldosas con motas doradas. Una bombilla se apagó por encima de su cabeza.
—Alas... —susurró—. Todo está hecho para acomodar esas hermosas alas.
—Me alegro de que te gusten.
El ruido de algo húmedo que caía sobre las baldosas blancas del suelo hizo que Wonwoo mirara hacia atrás. La camisa de Mingyu estaba en el suelo, y al ver su torso estuvo a punto de babear. Basta, se dijo a sí mismo. Sin embargo, resultaba difícil no quedarse embobada al mirar el cuerpo más hermoso que hubiera visto jamás.
—¿Qué estás haciendo? —Su voz se había puesto ronca de repente.
Él enarcó una ceja.
—Voy a darme un baño.
—¿Qué pasa con las reglas? —De algún modo, sus dedos encontraron por iniciativa propia la parte inferior de su camiseta y se prepararon para sacársela por la cabeza.
Mingyu se quitó las botas con los pies sin dejar de observar cómo el retiraba la camiseta para dejar al descubierto el discreto su pecho desnudo.
—Podemos discutirlas en la bañera. —Su voz contenía la promesa de sexo.
—Por mí, vale. —Incapaz de mirarlo y pensar al mismo tiempo, le dio la espalday se deshizo de las botas y los calcetines. Ya tenía losdedos en la cinturilla de los pantalones cuando sintió el calor de otro cuerpo tras el.Un segundo después, Mingyu le desordeno su cabello. Por increíble que pareciera,fue cuidadoso, así que no le hizo daño. Los mechones húmedos cayeron por su frente unos instantes después.
Labios sobre su cuello. Cálidos. Pecaminosos.
Wonwoo se estremeció de nuevo y notó que se le ponía la piel de gallina.
—No hagas trampas.
Unas manos grandes y cálidas ascendieron por su torso hasta sus pezones. Dio un respingo ante aquel movimiento tan descarado y soltó un gemido.
—Ya vale. Tengo frío.
Aunque lo cierto era que Mingyu estaba haciendo un buen trabajo para calentarlo... Más besos en el cuello.
Wonwoo colocó las manos sobre las de él e inclinó la cabeza hacia un lado para proporcionarle un mejor acceso. Mingyu trazó un sendero descendente con la lengua para capturar una gota de agua que se había deslizado desde su cabello. Siguió hacia la nuca y por encima del hombro antes de apartarse. Cuando se incorporó, enganchó los pulgares en la cintura de su pantalón.