Llevaba conduciendo diez minutos cuando se dio cuenta de que había olvidado llamar a Jeonghan. Vio una zona de carga desocupada, aparcó el coche y marcó el número. Su amigo cogió el teléfono a la primera señal.
-Los rumores están que arden. Ahora dicen que el ángel azul salió volando contigo en brazos.
-Los ángeles no ensucian su buen nombre llevando a mortales. -Excepto cuando querían que dicho mortal llegase a un lugar de inmediato-. ¿Alguna otra cosa que deba saber?
-Chicos desaparecidos: quince en la pasada semana. -Su voz era ya la del director del Gremio-. Coge a ese cabrón, Wonu.
-Lo haré. -¿Quince? ¿Dónde demonios estaban los siete cadáveres que faltaban?-. ¿Existe alguna secuencia temporal?
-¿No tienes eso ya?
-No. -Así que o bien los ángeles no lo sabían todo, o bien la mantenían a oscuras. Apretó el teléfono entre los dedos-. Cuéntame.
-No tengo mucho que contarte. Un grupo desapareció hace dos días, al parecer la misma noche. El segundo grupo desapareció anoche, quizá cerca ya del amanecer.
-Gracias, Jeonghan. Dale un beso a Sunwonu de mi parte.
-¿Estás bien? -Había preocupación en cada palabra-. Te lo juro, Wonu, una palabra tuya y encontraremos la forma de sacarte de esto.
Wonwoo sabía que lo harían. El Gremio había sobrevivido durante siglos porque estaba basado en un esqueleto de lealtad absoluta.
-Estoy bien. Tengo que atraparlo.
-Vale. Pero si la cosa se pone demasiado malas, recuerda que estamos aquí, a tu lado.
-Lo sé. -Se le hizo un nudo en la garganta. Y Jeonghan lo supo, porque su siguiente comentario fue para hacerlo reír.
-Ya sabes lo escalofriante que es Seungkwan. Ha llamado hace una hora para decirme que se había hecho con un alijo secreto de lanzagranadas portátiles y que le pareció que yo querría saberlo. Mi respuesta fue: «¿De qué me estás hablando?».
-Como de costumbre con Kwan -dijo Wonwoo, partida de risa.
-Pero ya sabes... -continuó Jeonghan-, esas malditas cosas podrían sernos útiles para quién sabe qué. Recuerda, Wonu. Una palabra tuya. Es todo lo que necesitamos.
-Gracias, Jeonghan. -Colgó antes de rendirse al impulso de decir demasiado. Luego respiró hondo, volvió a poner el coche en marcha y se dirigió hacia la Torre del arcángel.
Como era de esperar, Hyelim había pasado la mayor parte del tiempo en su casa o en los alrededores de la Torre, aunque había hecho alguna parada ocasional en ciertas tiendas de lujo.
Wonwoo esperaba en un cruce para salir de la avenida principal con la intención de cambiar de sentido cuando lo percibió. Un olor ácido teñido de sangre. Frenó en seco, salió del coche ignorando las increpaciones del taxista que tenía detrás y realizó un cuidadoso giro de trescientos sesenta grados. Allí estaba. Volvió a meterse en el coche, aparcó en doble fila y salió. Ahora que tenía la esencia, sería mucho más eficiente a pie.
Intensa, oscura, achocolatada. Pecaminosa. Seductora.
Se detuvo para olisquear el aire.
-Dmitri. -O bien el vampiro había pasado por allí, o bien se encontraba en los alrededores. Si hubiera sido cualquier otro vampiro, le habría dado igual, ya que habría podido distinguir los aromas. Sin embargo, la presencia de Dmitri era demasiado fuerte, y si se unía al hecho de que el rastro de Minho era más antiguo...-. Mierda. -Sacó el teléfono y llamó a Mingyu.