¿Sabes una cosa? —dijo mientras luchaba por mantener la expresión calmada—. Lo único que tengo claro es que en estos instantes no lo estás utilizando.
¿Por eso tienes un arma?
La mano de Wonwoo se congeló sobre la pistola, y las gotas de sudor de su espalda
se convirtieron en hielo.
—¿Qué arma?
El cabello del arcángel se apartó de su cara como si hubiera sido atacado por una ráfaga de viento, pero él mantuvo su posición sin ningún esfuerzo aparente. Su rostro poseía una belleza tan pura que a Wonwoo se le encogió el corazón. Parecía que hubiera sido esculpido por el más hábil de los artesanos: líneas limpias que encarnaban la masculinidad a la perfección. Sin duda, era el ser más hermoso que había visto en su vida.
Quizá solo lo sea para ti.
Wonwoo dio un respingo, libre ya del hechizo. Aunque sabía que aquella vez él no había manipulado su mente: aquel pensamiento había sido obra de su propia estupidez.
—¿Ser qué? —preguntó, aunque solo para conseguir que él siguiera hablando.
Hermoso.
Soltó un resoplido.
—Créeme, angelito, todas los donceles se vuelven locos al verte.
La mayoría de los donceles ven crueldad en mi interior, demasiada para considerarme hermoso.
Atónito por aquel comentario, en apariencia sincero, Wonwoo se descubrió mirándolo con nuevos ojos. Sí, había crueldad en él. No era mono, no era guapo, no era nada tan delicado. Era peligroso, agresivo y fuerte, el epítome de lo que atraía sus sentidos de cazador. Durante toda su vida el había sido demasiado fuerte, demasiado rápido, demasiado poco agraciado para los hombres. Les gustaba, sí, pero después de un tiempo, la mayoría de ellos admitían que se sentían bastante intimidados a su lado.
Jamás había dejado ver lo mucho que le dolía aquello, pero le dolía. Le dolía muchísimo. Quizá no fuera un muñequito delicado como Woorim, pero sin duda era un doncel. Y se sentía atraído por los ejemplares masculinos de la especie, en especial por aquel.
—Eres capaz de mostrar crueldad —admitió en voz baja—. Quizá incluso de cometer atrocidades, pero todavía no te has convertido en un ser malvado.
¿No?
La palma de la mano que sujetaba el arma estaba cubierta de sudor.
—No.
Pareces muy seguro. Sin embargo, esta mañana me has acusado de violación.
La ira surgió de repente. Ignorando el grito de advertencia de su sentido común, Wonwoo cogió el arma y la colocó a su lado, a la vista.
—Esta mañana has intentado tomar por la fuerza algo que quizá te habría entregado de buena gana si hubieras esperado.
Hubo una larga pausa cargada únicamente con el sonido de su respiración, llena de adrenalina. Se preguntó qué oía él allí fuera, en la aterciopelada oscuridad de la noche, tan por encima de las calles.
Cuánta sinceridad...
—He dicho «tal vez». Y tus posibilidades han caído en picado en el momento en que has llevado a cabo tu truquito. No permitiré que me obliguen a mantener relaciones sexuales.
—Ni siquiera un dios del sexo con forma de arcángel.
Él pareció reflexionar sobre aquel asunto. Sus ojos se clavaron en los de el a través del cristal. Encogió los hombros.