Mingyu lo llevó volando hasta el despacho de su padre y aterrizó en la calle con una elegancia que habría dejado atónito a cualquier persona que lo hubiera visto, de haber habido alguna. Sin embargo, era demasiado temprano para todos salvo para los pájaros, sobre todo en aquella zona tan exclusiva.
La esencia la asaltó en el mismo instante en que pusieron un pie en tierra. Aquel olor ácido, ya familiar, con los ricos matices de la sangre fresca.
—Minho —le dijo a Mingyu cuando empezaron a subir los escalones—. Sabe que lo estoy rastreando.
Mingyu examinó la calle.
—O bien se ha colado en la mente de alguien que conocía tu implicación o bien te vio durante la caza.
—El glamour... —Wonwoo frunció los labios y empujó la puerta, ya que su padre le había dicho que la dejaría abierta—. Wonyeon está en el estudio. Dijo que el cuerpo se encuentra en el apartamento de arriba. —Un apartamento que el siempre había considerado una extensión del despacho de su padre.
Fueron allí directamente. Justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, Wonwoo recordó a Geraldine. Piel pálida, traje perfecto, aroma de vampiro mezclado con el de su perfume.
—Joder... —Entró en la estancia.
No había nadie en el salón. Atravesó la alfombra después de asegurarse de que no estropearía ninguna pista que pudiera llevarlos hasta Minho y siguió la esencia hasta la entrada de lo que resultó ser un dormitorio. La mujer estaba tal como Wonyeon la había descrito.
Parecía que alguien hubiera comenzado una autopsia y la hubiese dejado a medias. El torso estaba abierto y dejaba al descubierto las vísceras, parte de las cuales colgaban por el borde de las costillas.
Sin embargo, no fue aquello lo que dejó paralizado a Wonwoo en el umbral.
No era Geraldine. Aquella mujer tenía la piel dorada típica de un clima tropical, y un cabello rubio muy, muy claro. Huesos elegantes, una estatura media tirando a baja, labios que sonreían con facilidad.
Wonwoo apretó los puños.
—Ha sido Minho, sin duda. —Fue un comentario pronunciado con los dientes apretados—. Rastrearé su esencia.
Estaba a punto de pasar junto a Mingyu cuando él le agarró el brazo.
—No quiero que corras riesgos estúpidos solo porque estás cabreado con tu padre.
—No estoy cabreado. —Sus emociones eran un hervidero caótico que todavía no lograba comprender—. Esa mujer se parece a mi madre —le espetó. Una copia mala, una pésima imitación. Pero carecía de la gélida elegancia de la nueva esposa de Wonyeon.
—Era su amante.
—¿Lo sabías? —Por supuesto que lo sabía... El Grupo de los Diez no confiaría en nadie a quien no hubiera investigado de arriba abajo—. Da igual. Mi padre no es el problema, el problema es que Minho ha empezado a perseguirnos a mí y a los míos, quiere torturarnos.
Rafael lo soltó y entró en la habitación.
—¿Te ha dicho tu padre si aún estaba caliente al tacto cuando él llegó?
Wonwoo asintió con un movimiento brusco; sentía que todo su cuerpo estaba descoordinado.
—Por lo visto le buscó el pulso. —No se sabía por qué—. Eso significa que Minho no lleva mucho tiempo levantado. Un par de horas máximo.
—No creo que tomara la sangre de esa mujer. No hay más heridas que las que le causaron la muerte.
—Lo más seguro es que todavía esté saciado. —Wonwoo no podía creer que su voz sonara tan normal cuando se sentía a punto de empezar a chillar. Wonyeon les había prohibido a Woorim y a el hablar de Yeonji después de su muerte, pero había conservado a su lado a aquella mujer, a aquella «sombra» de su madre. Sin embargo, aquella pobre desconocida que había sido tratada con tanta brutalidad no tenía la culpa de la hipocresía de Wonyeon: esa mujer merecía que su asesino recibiera el castigo que el Grupo imponía a los suyos—. Saciado... —repitió, obligándose a centrar sus pensamientos dispersos—, pero no estúpido. —Minho comenzaba a actuar como un ser racional—. La mayoría de los vampiros atrapados por la sed de sangre no llegan a esa etapa hasta al menos tres o cuatro meses después de caer en el por primera vez. Por lo que yo sé, el único que sobrevivió tanto tiempo después de involucionar fue... —El nombre se le atascó en la garganta, como un trago repugnante